jueves, 31 de marzo de 2011

18. Despedidas

Muy buenas a todo el mundo, en las votaciones (que no han sido muchas :( ) la opción ganadora ha sido la B. Mañana Viernes la publicaré, aunque no se ha qué hora porque esta noche salgo de fiesta y mañana creo que tendré una gran, grandísima resaca. Como la opción A ya la tenía hecha la he colgado, ya que había hecho el trabajo... Al final de este capítulo está el avance del próximo. Saludos y nos leemos mañana con resacón incluido.




Desperté desorientada. Estaba tumbada en una cama. Mi pecho subía y bajaba frenéticamente a causa de mi acelerada respiración. Cuando la vista se acostumbró a la luz artificial que daba una lámpara, supe dónde me encontraba. Estaba en una habitación que conocía bien; hace tan sólo unos días pasé unos momentos allí pero podía reconocer esa estancia aunque pasaran mil años. Aquí, en esta cama, fue dónde besé apasionadamente a Jacob. Estaba en su cuarto. Desesperada, comencé a buscar con las manos a Jacob; intenté incorporarme pero no pude, mi cuerpo estaba muy debilitado. Seguí palpando la cama en busca de Jacob, sentí un pinchado mi muñeca y, a continuación, unas manos heladas cogiéndome el brazo, impidiéndome movimiento alguno. Giré la cabeza hacia el brazo inmovilizado, una mano pálida me frenaba. Mi cuerpo rechazaba ese contacto gélido, necesitaba calor, estaba congelada.

- Tranquila, Lluna, te has desmayado por una hipotermia. No te muevas o harás que se te salga la sonda del goteo. – Reconocí que la suave voz que intentaba tranquilizar era de Carlisle.

Poco me importaba que me hubiera pasado, me era bien igual el porqué tenía puesto un goteo. Sólo quería saber una cosa, dónde estaba Jacob. No me había dado oportunidad de hablar con él, no quiso escucharme. Si sólo le importaba como una imprimación más, no me importaba, lucharía, no pararía hasta conseguir que él me viera como algo más, hasta que se enamorara de mi, tanto como yo lo estaba de él.

Saqué las fuerzas que no tenía y me incorporé en la cama, comencé a gritar su nombre; esa era mi intención, pero sólo salieron lamentos con su nombre, la voz se me quebraba, me faltaba aire. Mis sollozos desesperados fueron escuchados por el aludido y, abriendo la puerta exaltado entró en la habitación. Con paso cauteloso se acercó, Carlisle se hizo a un lado. Jacob, tembloroso, se sentó en el borde de la cama y comenzó acariciarme el rostro. Sus caricias era todo lo que necesitaba, su calor hizo revivir mi cuerpo. Con la mano que tenía libre de agujas toqué su cara, limpiando las lágrimas que tenía.

- ¿Cómo está, Carlisle? – Le preguntó Jacob sin separar su mirada entristecida de la mía.

- Ahora iba hacerle una exploración, pero creo que no corre peligro alguno. Necesito que se siente.

Jacob me ayudó a incorporarme y sentarme al filo de la cama. Vi que me habían cambiado las ropas empapadas por un pijama. Carlisle comenzó hacerme el chequeo. Me estudió profundamente tomándome la tensión, azúcar, reflejos, temperatura, respiración… Cuando terminó de examinarme, me tumbaron de nuevo en la cama, tapándome con una gruesa manta.

- Su temperatura corporal todavía está baja, pero va remontando. Necesita descansar. Lluna, ¿eres alérgica a algún medicamento? – Le respondí que no.- Entonces voy a ponerte unos calmantes para que te ayuden a relajarte.

Yo no quería dormir, si me dormía no tendría posibilidad de hablar con Jacob, se iría otra vez sin escucharme.

- No quiero calmantes. –Contesté con un hilo de voz.

- Lluna, ya has escuchado a Carlisle, necesitas dormir para recuperarte.

- No quiero dormir, no quiero que te vayas. – Dije con la voz rota.

Jacob comenzó hablar muy bajo, puse gran atención, pero no escuché nada, sólo escuchaba el aire que salía por su boca. Respiró profundamente.

- Mañana por la mañana seguiré aquí. –Dijo soltando el aire que había cogido. Beso mi mano confiándome que sus palabras eran ciertas.

En ese momento, Carlisle administró el medicamento en el bote de suero y se fue dejándonos solos. Hasta ese momento, no me di cuenta que mis dientes castañeaban de frío. Jacob comenzó a frotarme por los hombros con la intención que entrara antes en calor. Me destapó y se estiró a mi lado, con cuidado de no aplastar los tubos de la sonda y tapándonos de nuevo. Me acurruqué en su cuerpo cálido que tanto necesitaba. Cada vez me encontraba mejor, pero los ojos comenzaron a pesarme muchísimo, no quería dormirme, quería hablar con Jacob, hacerle entrar en razón. Aunque no tenía ni idea de lo que le iba a decir. Por mi cara comenzaron a caer lágrimas de impotencia.

- ¿Lluna, te duele algo? –Preguntó Jacob asustado, negué con la cabeza.- Mañana por la mañana seguiré aquí, aunque esto no ha cambiado nada. Mi decisión sigue siendo la misma.

- Pero, pero… - Le dije tartamudeando.

- Pero nada, todo sigue igual. Mañana, si te encuentras bien, te llevaré a trabajar; yo y todos los Cullen nos iremos. No sigas presionándome, por favor. – Dijo con la voz rota.

Todo seguía igual, Jacob se iría y nunca más lo volvería a ver. Esto sólo había sido un capricho que me había ofrecido el destino para poder pasar unas pocas horas más con él. Miré el reloj para saber cuánto tiempo nos quedaba para estar juntos, eran las 2 de la madrugada, mis padres deberían estar preocupados.

- Tengo que llamar a mis padres y decirles…

- No te preocupes, Edward les ha enviado un mensaje por ti diciendo que te quedabas aquí a dormir. – Me contestó acariciándome el pelo para tranquilizarme.

Dejé la cabeza apoyada en su pecho, escuchando los latidos fuertes de su corazón. Quería aprovechar las horas que nos quedaban para estar juntos, aunque no pudiera convencerlo, quería hablar con él, poder recordar mejor su voz en mi memoria para siempre. Los párpados me pesaban cada vez más; intenté hablarle pero no tenía fuerza ni para eso. Los medicamentos comenzaron hacer total efecto y, en contra de mi voluntad, me quedé dormida.


____________________ Desperté cuando la suave luz de un día nublado comenzaba a entrar por la ventana. No me hizo falta mirar si Jacob había cumplido la promesa de permanecer a mi lado, sentí el calor de su cuerpo debajo del mío. Intenté hacerme la dormida para alargar más el momento, pero los fuertes latidos de mi corazón me delataron.

- Es muy pronto todavía; si quieres, puedes seguir durmiendo. – Me dijo con voz suave.

- No quiero dormir más, sería tirar el poco tiempo que me queda a tu lado. – Jacob sopló.

- Voy a llamar a Carlisle para que examine como estás.

Fue a levantarse, pero me agarré a su cintura desesperada para que no se fuera de mi lado, tenía que aprovechar el poco tiempo que teníamos juntos.

- Voy avisar a Carlisle, ahora vengo. –Acarició mi cara.- Nos ha escuchado, ya sube él.

Carlisle entró en la habitación y comenzó hacerme un chequeo en profundidad como el de ayer. Jacob no se separó de mi lado en todo momento, tampoco lo dejé. El doctor me dijo que estaba 100% recuperada, no me creí eso, el dolor que sentía en el pecho me indicaba todo lo contrario.

- Lluna, si quieres, te podría facilitar un justificante para que te ausentaras hoy del trabajo. – Me dijo Carlisle.

- No, no hace falta. – Le contesté.- Sólo necesito una ducha para despejarme.

A los pocos segundos de decir esto, Alice entró en la habitación y me entregó unas toallas y un neceser con utensilios de higiene. Las ropas que llevaba ayer no me las podía poner, todavía estaban mojadas. Me dio a elegir entre un traje chaqueta oscuro o un conjunto casual compuesto por un tejano y un suéter. El traje era precioso pero no me apetecía nada llevar esas ropas; cogí las otras y fui a ducharme al cuarto de baño de Jacob, no sin antes asegurarme que él todavía estaría ahí cuando saliera. Me dijo que me duchara tranquila, me dio la palabra que me llevaría al trabajo.

Me quité el pijama y entré en la ducha, intenté ducharme lo más rápido posible, no quería perder el poco tiempo que tenía para estar con Jacob. Cuando salí de la ducha me vestí y me cepillé los dientes, vi que mi cara estaba espantosa, necesitaba poner grandes dosis de maquillaje, sino iba a asustar a cualquiera que se pusiera delante, pensaría que estaba viendo un muerto viviente. Salí del baño y le pregunté a Alice, que todavía estaba en la habitación con Jacob, si me podía prestar un poco de maquillaje.

- Rosalie tiene un montón de cosméticos en su cuarto. Vamos a preguntarle si te puede dejar algunos. – Me contestó Alice.

Yo no quería estar más tiempo separada de Jacob, estaba tirando los minutos a la basura. Me dijo que él también tenía que ducharse; lo vi muy decaído, sus ojeras eran tan pronunciadas como las mías. Seguramente no durmió en toda la noche, alarmado por mi estado de salud. Cuando Jacob se metió en el cuarto de baño, Alice me llevó hasta el dormitorio de Rosalie, ella estaba sentada en un taburete cepillándose el pelo delante de un gran tocador, como el de las estrellas de Hollywood que tienen en sus camerinos. Alice fue a buscarme calzado y me dejó a solas con Rosalie. Ella se levantó del taburete y me dijo que me sentara en su lugar, hice lo que me dijo sin rechistar, Rosalie me parecía una persona muy intimidante. Cogió un peine de púas y comenzó a peinarme mientras ponía espuma en mis ondas, después, con el secador y el difusor, secó mi pelo.

- Bien, ya he terminado con tu pelo. ¿Cómo te quieres maquillar? – Me preguntó apagando el secador.

- No mucho, sólo quiero tapar un poco las ojeras. – Le dije.

- Va a ser un milagro si lo consigo.- Dijo mientras cogía maquillaje y lo aplicaba en una esponja.

Cerré los ojos y comenzó a maquillarme. Sus manos iban muy rápidas, haciendo incisión en la zona de las ojeras.

- Lluna, siento que las cosas hayan terminado así. En un principio no me hizo gracia la idea que vinieras a esta casa pero, luego, con tu presencia, llenaste este hogar de alegría. Hacía mucho tiempo que no veía a Emmet tan feliz y chistoso. No sé que prefiero: la idea de ser destruida por los Vulturis o vivir en una casa llena de vampiros depresivos y un licántropo arrastrándose por los suelos.

- Me gustaría que hubiera una solución diferente, pero no la hay. – Le contesté entristecida.

Nos quedamos un largo rato en silencio, Rosalie comenzó a pintarme los parpados y después los labios.

- Bueno, he obrado el milagro. – Abrí los ojos y me miré en el espejo del tocador, no tenía rastro de ojeras por ningún lado, el maquillaje lo había esparcido tan bien que parecía que no llevara nada puesto.


– Gracias, Rosalie, por todo.

Alice entró en el cuarto y, de nuevo, me dio a elegir entre varios tipos de calzados, escogí las deportivas. No le gustó mucho mi decisión, pero no me presiono para que me pusiera otra cosa. Alice, después de acompañarme hasta la entrada de la cocina, que era donde me esperaba Jacob, se fue. Cuando entré en la estancia, vi a un Jacob totalmente derrumbado por la tristeza, estaba apoyado en la encimera de la cocina, sujetándose con las manos la cara, tapando sus ojos. Cuando escuchó que entraba, intentó recomponerse y, aunque intentó fingir mostrándome una cara inexpresiva, no lo consiguió, en sus ojos se podía ver toda la tristeza que sentía. Me invitó a sentarme en la mesa donde estaba preparado el desayuno, el simple olor de las tostadas hizo que mi estomago se revolviera, tragué saliva.

Jacob se sentó enfrente, tenía la mirada perdida, miré hacia dónde observaba él, estudiaba atentamente como pasaban las horas del reloj, contaba mentalmente, como yo, los minutos que nos quedaban por estar juntos. Notó que le vigilaba y agachó la cabeza, mirando la comida que había en la mesa.

- ¿No vas a comer nada? – Me preguntó con la voz apagada.

- No.

- Tienes que comer, Lluna, sino caerás enferma de nuevo.

- ¿Y tú no comes nada?

Jacob resopló, cogió dos tostadas y las untó con mermelada.

- Yo como, si tú comes. – Me dijo entregándome una tostada.

El suave roce que tuve de su mano cuando cogí la rebanada de pan hizo que mi mano prendiera de calor, tenía tanto frío que su piel cálida ardía en mi cuerpo helado.

Comencé a comer muy despacio, masticaba la comida hasta que se convertía en puré dentro de mi boca. Cada vez que tragaba, la comida caía en mi estomago como si fuera ácido. Bebí un vaso bien grande de zumo de naranja recién exprimido con tal de calmar el ardor del estomago. Jacob, al contrario que yo, cogió la tostada y en dos grandes bocados se la comió.

Hoy sería la última vez que estaría en esta casa, sería la última vez que vería a la familia Cullen, la última hora que pasaría con Jacob. Nunca más volvería a verlos. Nunca. Quería llevarme un recuerdo agradable en mi memoria de ellos. Cuando terminé de desayunar, Jacob se levantó y comenzó a recoger la mesa. Si quería despedirme de los Cullen y disfrutar de los últimos minutos con la compañía de Jacob, debía darme prisa.

- Jacob, antes de irnos me gustaría despedirme de todos. – Le dije con un nudo en la garganta.

- Sí, a ellos también les gustaría poderse despedir de ti. Vamos, te acompaño.

Jacob salió de la cocina, yo le seguí. Mi cuerpo me pedía, rogaba y suplicaba que le cogiera de la mano, pero denegué ese pensamiento, eso sólo empeoraría las cosas, debía de acostúmbrame a nuestro alejamiento. Ahora sólo nos separaban unos pocos centímetros pero, dentro de unos minutos, nos separarían kilómetros y, posiblemente, dentro de unos días, océanos.

Llegamos al despacho de Carlisle, Jacob picó a la puerta y entramos. El otro día, cuando vine de visita, no lo vi. Era un despacho enorme, muy bien iluminado, lleno de estanterías casi vacías y una gran mesa de escritorio. A un lado había un sofá de piel negro con cajas amontonadas. Carlisle y Esme estaban empaquetando una montaña de libros en cajas de cartón, preparando la mudanza. Mis ojos vieron la realidad, los Cullen se iban, quedé paralizada, el corazón comenzó a latirme muy fuerte.

- ¿Va todo bien, Jacob? – Le preguntó Carlisle.

- Lluna viene a despedirse.

Esme se acercó a mí y me dio un abrazo. Puede ser que su cuerpo estuviera duro y frío como el hielo pero, su abrazo, me trasmitió una ternura enorme, envolviéndome de un amor acogedor y afectuoso. Esme, cuando comenzó a sollozar en mi hombro, se apartó dándome la espalda, con sus manos abrazó su propio cuerpo. Carlisle se acercó a su mujer y le dijo unas palabras al oído, acompañadas de un beso de amor. Sentí envidia de ellos, de cómo se apoyaban el uno al otro, en los buenos y en los malos momentos. Carlisle dejó a Esme sentada en uno de los butacones que había delante del escritorio y vino a mi lado.

- Lluna, ¿estás segura que quieres y puedes ir a trabajar?- Le contesté que sí. No tenía ninguna ganas de ir, ni tenía fuerzas para afrontar la realidad, pero así iban a ser las cosas a partir de ahora, debía de comenzar lo antes posible.- Entonces, Lluna, te deseo todo lo mejor. –Dijo dándome un compasivo abrazo.

Salí llorando del despacho, cogí una bocanada bien grande de aire antes de ir al comedor que era donde me esperaba el resto de la familia.

Al principio me sentí un poco cohibida, no sabía cómo despedirme de ellos; un hasta nunca, un apretón de manos, un abrazo… pensé que mi contacto y olor les podía resultar molesto, no quería que se sintieran incómodos. Esa sensación pronto desapareció cuando Bella se lanzó a mis brazos, nos dimos un fuerte abrazo; entre llantos, le dije que cuidara de Jacob y me lo prometió. Después, me despedí de igual forma con todos los demás. Con quien peor pasé la despedida fue con Emmet; el otro día, cuando lo conocí, me pareció un hombre alegre, festivo, chistoso… hoy sólo era un hombre entristecido. Entendí lo que me comentó Rosalie. Les dije adiós a todos de nuevo antes de salir por la puerta, sintiendo un gran dolor y vacío en mi corazón.

Jacob no dijo nada en toda la despedida, tenía el mismo semblante inexpresivo. Nos metimos en silencio en el coche, ninguno de los dos hablaba, mi llanto fue el único causante de romper el silencio. Conducía por el camino que llevaba a la carretera, no corría mucho pero el simple traqueteo que daba el coche al coger los pequeños baches hacía que mi estomago se revolviera. Intenté aguantar el vomito pero no pude; lo único que me dio tiempo fue a decirle que frenara y abrir la puerta para no ensuciar la tapicería. Dentro de mi estomago no había mucha cosa, pero las arcadas no remitían. Jacob, sobresaltado, salió del coche, yo también salí, necesitaba aire fresco. Dejé apoyado todo mi peso en el tronco de un árbol, cogiendo aire despacio y esperando que se pasaran las arcadas. Jacob, con sus manos temblorosas, ayudó a que me sentara en el suelo.

- Voy avisar a Carlisle, ahora vengo. – Dijo cogiéndome la cara con sus grandes manos. De un manotazo me las quité de encima, aunque deseaba su contacto más que otra cosa en el mundo, no podía permitirme esa clase de roces. Él pronto se iría, me dejaría sola con todo este dolor. Si estando a mi lado, ya me dolía la idea de que se fuera, no quería ni pensar lo que sería estar lejos de él. Debía de acostumbrarme ya a su distanciamiento; cuanto antes, mejor.

- ¡No hace falta que llames a nadie! –Le dije sacando las fuerzas inexistentes y poniéndome en pie- Estoy bien, vámonos. Me metí en el coche dando un portazo; Jacob, después de coger un tronco y estrellarlo en el suelo haciéndolo mil trozos, entró en el coche. Llegamos a la carretera, pocos kilómetros después, le dije que parara en la próxima gasolinera, quería comprar agua y chicles de menta para quitarme el sabor amargo de la boca.

Cuando entré de nuevo en el coche, mi móvil comenzó a sonar, era mi padre, le colgué y le escribí un mensaje: Aunque lo he intentado, no encontré la felicidad. No me apetece hablar ahora, nos vemos esta noche. Besos, Lluna. Si algo me gustaba de mis padres era que me respetaban. Aunque se preocupaban mucho, sabían que necesitaba tiempo para asimilar las cosas y, ellos, me dejaban ese espacio y me hacían saber que me apoyaban en todas mis decisiones. Aunque el cuentakilómetros no sobrepasaba de los 80 km/h parecía que íbamos al triple de velocidad, llegamos demasiado pronto al trabajo. Aparcó el coche en la acera de enfrente, no apagó el motor, eso quería decir que la despedida iba a ser corta. Quizás él no quería que fuera así, quizás yo tampoco; pero, por el bien de los dos, teníamos que hacerlo de esta forma, sería menos doloroso. Jacob dejó caer la cabeza en el respaldo y cerró los ojos. Apretaba fuertemente las manos en el volante del coche; cuando comenzaron a temblar, las escondió en su pecho cruzando los brazos. Por mis ojos no paraban de caer lágrimas silenciosas.

- Adiós, Lluna. – Dijo con gran dolor. Sus palabras se clavaron en mi corazón haciéndolo mil pedazos, creándome una tortura.

- Adiós, Jacob. – Sólo cuando salí del coche pude decir la palabra que verdaderamente quería nombrar. – Te quiero.

Crucé corriendo la calle, no veía por donde andaba, las lágrimas me nublaban la vista. Cuando llegué a la puerta de la oficina, me di cuenta de lo que acababa de hacer, el gran error que había cometido. El destino me había regalado la oportunidad de despedirme de Jacob como es debido, y yo, la estaba desaprovechando. Aunque nuestro amor era imposible, quería recordarlo como eso, como el gran amor de mi vida, algo bueno. Cuando giré, ya no estaba, se había ido, y para siempre. Comencé a hiperventilar, sintiendo una gran presión en el pecho. Puse mi mano en el corazón, apretando, con la intención que no callera al suelo en pedazos.

Lucas giró la esquina; en cuanto me vio, vino corriendo a socorrerme.

- ¿¡Lluna, qué te pasa!? – Dijo asustado.

- Llévame dentro.

Las arcadas volvieron a repetirse, por suerte, llegué a la taza del váter. Cuando terminé de devolver, Lucas me dio un trozo de papel para limpiarme la boca.

- ¿Quieres que llame a tus padres o a un médico?

- No hace falta. –Esto era lo que se había convertido mi vida, iba ser así siempre.

- ¿Necesitas algo?

- ¿Me puedes traer el neceser que tengo en el cajón? – El sabor amargo de la boca estaba produciéndome más arcadas, necesitaba lavarme los dientes.

Lucas no tardo en regresar con el neceser, me cepillé los dientes a conciencia.

- ¿Podrías hacerme un favor, Lucas?

- Lo que quieras.

- ¿Puedes esconderme de Mariano? No me apetece nada verlo hoy y tener que escuchar sus comentarios.

- Haré lo que pueda, espérame aquí.

Cuando Lucas salió, me senté en el banco de madera que había en el baño, enfrente estaba el espejo. El maquillaje que había puesto Rosalie había casi desaparecido, daba miedo mirarme la cara.

El dolor del pecho era insoportable, dudaba que fuera capaz de poder resistirlo por mucho más tiempo. Lucas llegó dándome buenas noticias, había inventado la escusa que le tenía que ayudar a organizar informes en su despacho, así pasaría todo el día fuera de la vista de Mariano.

Lucas salió primero del baño, me dio la señal que no había nadie y salí. Me cogió de la mano y me llevó hasta su despacho; no sé si esto lo hizo por mostrarme apoyo o porque no confiaba en que pudiera llegar sola, mis pasos no eran muy estables. Lucas cerró la puerta, fui a sentarme al butacón de enfrente del escritorio. Ahí fue donde dejé caer todas las lágrimas y el dolor. Lucas estuvo conmigo en todo momento, pasándome pañuelos y acariciándome los brazos. Cuando dejé de llorar; no porque no quisiera, sino porque me era imposible, Lucas me pregunto si quería hablar, le dije que no, prefería trabajar y ocupar mi mente con otras cosas. Me puse a guardar y clasificar una pila de informes que tenía amontonados en las estanterías. Aunque la tarea era entretenida, sólo ocupaba una parte de mi mente, la otra no paraba de pensar en Jacob y lo tonta que había sido al despedirme de esa forma.

Aunque me negué, Lucas pidió al restaurante que prepararan una sopa de arroz. Al medio día fue a buscarla, comimos en su despacho.

- ¿Hablaste con él, verdad? – Me preguntó Lucas cuando terminamos de comer.

- Más o menos. No quiso escucharme.

- Siento mucho que las cosas no funcionaran, pero lo intentaste, al menos no te quedará ese remordimiento por dentro. – Eso era cierto, sabía que por mi parte había hecho todo lo posible por mantenerlo a mi lado.

- ¿Sabes lo que más me duele?, que no me pude despedir de él como me hubiera gustado.

- ¿Por qué? – Preguntó desconcertado.

- Fui muy brusca, ahora sólo guardo de él un gran dolor, quisiera que no fuera así.

- Siempre podrás recordar los buenos momentos. – Eso era cierto, Jacob me había hecho sentir cosas inexplicables; querida, amada, enamorada, deseada… como nunca me había sentido con otros hombres. – Piensa eso, no vale la pena meter el dedo en la herida.

Cuando terminamos de comer, seguí haciendo las tareas. En un día normal habría terminado de clasificar informes a media mañana pero, hoy, dudaba que me diera tiempo a terminarlos.

A la hora de salir, esperamos a que se fuera primero Mariano y, cuando éste se marchó, nos fuimos nosotros. Lucas se fue despidiéndose con un fuerte abrazo, dándome apoyo. Le hubiera gustado quedarse más rato conmigo, pero había quedado con Álvaro y yo no quería estropear sus planes. Fui a buscar mi coche para irme a casa, ¡mierda!, me había traído Jacob, tendría que coger el bus. Fui a la parada que estaba cuatro calles más abajo y me senté a esperar en el banco, hasta dentro de una hora no volvía a pasar el siguiente; es lo malo de vivir a las afueras de la ciudad, no hay buena combinación de trasporte público. El cielo comenzó a abrirse, dejando pasar débiles rayos de sol, cegándome la vista que la tenía debilitada por las lágrimas; pero le iba bien a mi corazón, el calor ayudó aminorar el dolor, me recordaba al contacto cálido de Jacob. El ritmo cardiaco comenzó aumentar, parecía que se me iba a salir el corazón por la boca. Enseguida comprendí porqué mi cuerpo había reaccionado así, Jacob estacionó el coche delante de donde estaba sentada. Me hice ilusiones fácilmente, pensé que quizás había cambiado de idea pero, cuando vi su semblante serio, comprendí que todo seguía igual. Bajó del coche y yo fui a su lado, nos quedamos en silencio mirándonos, sus ojos estaban más tristes que esta mañana.

- ¿Cómo te encuentras?, ¿has vuelto a vomitar o marearte?

- No – Le dije para que no se preocupara. Negó con la cabeza, no me creyó.

- ¿Estás esperando a alguien?

- Estoy esperando el autobús para irme a casa.

- Ven, sube, te llevo a casa. No estás en condiciones para esperar aquí sola. Cuando subí al coche, me entregó una bolsa con la ropa que llevaba ayer; Alice las había secado y planchado. También me dijo que Alice me regalaba las que me había prestado hoy, así tendría un regalo para que me recordara a ella. Ahora era mi oportunidad para guardar un buen y agradable recuerdo de Jacob.

- ¿Podrías hacerme un favor? – No me contestó, seguramente pensaría que según cual fuera lo podría hacer o no. - Antes de entrar en mi pueblo hay un mirador, me gustaría que te pararas un momento allí.

Siguió sin contestarme, pero sabía que no le había parecido mala idea, si no fuera así me la habría negado ya. Quería llevar a Jacob a un lugar especial para mí, ahora sería un lugar especial para los dos, donde podría pensar en él y acordarme de los buenos momentos.

Llegamos al mirador, cogí el bolso y nos bajamos del coche, comencé a caminar.

- Lluna, el mirador está en la otra dirección.

- Te he dicho que te pararas en el mirador, no que fuéramos allí. – Se me escapó una sonrisa que hacía días que no aparecía por mi rostro; a él, también pero pronto la borró, demasiado pronto, aunque me dio tiempo de memorizarla.

Seguí andando, Jacob me siguió sin rechistar. Comenzamos a adentrarnos en el bosque, aunque no había sendero, me conocía bien el camino, era un sitio donde acostumbraba a ir en los días que hacía buen tiempo para pensar y, ahora, lo visitaría a menudo para pensar en Jacob. Las piedras estaban resbaladizas por las lluvias de ayer, mis pies patinaron en una de ellas; por suerte, Jacob me pudo sujetar gracias a sus rápidos reflejos. Nos quedamos mirando, el simple toque hizo que mi respiración y mi corazón se aceleraran. Él se quedó mirando su mano, que estaba en mi brazo.

- Te puedes caer, dame la mano. – Me dijo molesto.

Entrelacé mi mano con la suya sin rechistar y continuamos andando. Esta mañana eliminé de mi mente y rechacé cualquier contacto, fui una estúpida. Este sería otro precioso momento que recordaría siempre.

Llegamos al destino, era una pequeñísima pradera de pastos verdes al borde de un acantilado. Las vistas eran magníficas; te hacían sentir insignificante, igual que los grandes problemas. Se podía ver todo el valle, las praderas, bosques, la ciudad y, si el día estaba claro, hasta se podía ver el mar. Por eso me gustaba ir, era un lugar donde te hacía ver las cosas desde otro punto de vista. Saqué del escondite privado que había en medio de dos rocas la esterilla que traje hace ya varios años, un día me cansé de llevarla siempre arriba y abajo y la escondí aquí. No pasaba mucha gente o, más bien, nadie para que la pudieran robar. La extendí en el suelo.

- ¿Qué hacemos aquí, Lluna?

- Esta mañana no me gustó cómo nos despedimos. Ya que nunca más nos vamos a volver a ver, me gustaría guardar un buen recuerdo de ti. – más lágrimas comenzaron a bañarme el rostro, Jacob dejó de respirar, intentó hablar, pero no pudo – Sólo quedémonos en silencio, sólo quiero eso, nada más, hasta que anochezca, por favor.

Me cogió la mano y nos sentamos en la esterilla, mi cuerpo comenzó a inclinarse al suyo; cuando quise darme cuenta, ya tenía la cabeza apoyada en su hombro. Jacob dejó caer su cabeza en la mía, pasó su mano temblorosa por detrás de mi espalda y me cogió por la cintura, acercándome más a su cuerpo. Sentí como sus lágrimas se unían a las mías. No quería que se sintiera triste, también quería que él guardara un bonito recuerdo.

- Ahora viene la parte más bonita, cuando el sol comienza a esconderse. Si tenemos suerte podremos ver los rayos de sol iluminando el mar. – No quería que llegará el momento, significaba que comenzaba a anochecer, pero sería una preciosa imagen para memorizar.

- Este lugar hace que te sientas insignificante en el mundo.

- Por eso me gusta venir aquí, hace ver las cosas más fáciles.

- ¿Incluso parar el tiempo? – Dijo con una risa amarga.

- Ojalá.

Mi móvil comenzó a sonar, Jacob me pasó el bolso, mi madre me llamaba. Lo descolgué, aunque no me apetecía hablar con ellos, no quería que se preocuparan más.

- ¿! Dónde estás Lluna!? ¡Acabo de llegar a casa y no estás, pero tu coche sigue aparcado en la puerta!- Me dijo preocupada.

- Necesitaba estar a solas mamá, necesito pensar.

- ¿Cómo te encuentras cariño?

- Estoy.

- ¿Quieres que te prepare algo especial para cenar?

- No, no hace falta. Te quiero mamá, hasta luego.

- Hasta luego, cariño.

Cuando colgué, desconecté el teléfono, no quería que nadie más nos molestara. Jacob se quedó mirándome y acarició mis mejillas, limpiándome las lágrimas que no paraban de salir. Un sol naranja comenzó a iluminarnos, avisándonos de su marcha, avisándonos que era la hora de decirnos adiós. El sol se estaba poniendo, el día estaba claro y parecía que se adentrara en el mar.

- Esto es precioso, Lluna, gracias por traerme aquí.

- Gracias a ti por querer venir, ahora siempre que vuelva recordaré este momento y te recodaré a ti. El recuerdo a veces será bueno y otros malo. – Él no entendió lo que le quería decir- Cuando piense en todos los momentos agradables que hemos pasado juntos, los recordaré con mucho amor pero, cuando venga a mi mente la despedida, la recordaré con tristeza. – Jacob me limpió de nuevo las lágrimas. – ¿Cómo me recordarás tu? – Le pregunté, yo no podía seguir hablando.

- No hará falta que te recuerde, tú siempre estarás presente en mi memoria, en cualquier momento.

- Como una imprimación más. – Dije apenada.

- Tonta, quítate eso de la cabeza, lo dijiste tú, no yo. – Contestó dándome con dos dedos en la frente. Sonrió sinceramente, me abracé a su cintura y dejé la cabeza apoyada en su pecho, sintiendo los latidos de su corazón. – Lluna, cuando te conocí, descubrí que nunca había estado enamorado, sólo lo he estado de ti. Con Nessie fue más como una relación de amistad muy fuerte, como la que mantengo con Bella. Quizá, si ella no se hubiera ido, podría haberme enamorado, no sé.

La voz de Jacob iba decreciendo, no quería que se sintiera así. En mi memoria ya guardé muchos recuerdos, aunque me hubieran gustado más, ya tenía suficientes.

- Está anocheciendo.- Le dije con tristeza.

- Sí, pero, hasta que no sea más tarde, no nos vamos. Los Cullen no pueden salir con la luz que hay. ¿Hasta que salgan las estrellas?

- Hasta que salgan las estrellas. – Concluí.

Jacob dejó caer su espalda en la hierba, puso una mano detrás de su cabeza y la otra en mi cintura, cogiendo mechones de mi pelo. Yo seguí apoyada en su pecho y aproveché este momento para retener más información como, por ejemplo, el calor que desprendía su cuerpo y el suave tacto de su piel. Las estrellas comenzaron a salir, una por una, dándonos tiempo para estar juntos, aún así, insuficiente. Aunque el cielo ya estaba todo estrellado, seguimos tumbados, disfrutando de esta oportunidad que nos había otorgado el destino para estar de nuevo juntos, aunque fuera sólo unas horas.

Jacob suspiró y, haciéndome a un lado con delicadeza, se puso en pie. Ayudó a levantarme, recogí la esterilla y la guardé bien en el escondite, en los próximos días y hasta no sé cuando, la utilizaría bastante. Fui al lado de Jacob, él me cogió por la cintura y me apretó a su cuerpo, quedando de cara, pudiendo ver ese brillo en sus ojos que tanto me gustaba.

- Lluna, quiero que me seas sincera, ¿cómo has estado estos días que no he estado contigo? – Me preguntó abrazándome fuerte, su dulce aliento me dio de lleno en el rostro. Suspiré

- Mi cara creo que te dirá que no he pasado muchas horas de sueño, las que estaba despierta las pasaba la mayoría llorando.

- Pero tú eres fuerte, Lluna, eres una chica muy valiente que puede con todo.

- ¿Crees que no lo he intentado? Intenté seguir, aunque sabía que nunca volvería a ser la que era, a ser la Lluna que era cuando estaba contigo. Lo hice lo mejor que pude y, aún así, no lo conseguí, ni lo conseguiré. Sabía que no había solución, tú te habías ido para siempre, bueno, te irás, y nunca te volveré a ver. Aunque lo intento, no puedo, mi cuerpo no me deja. Estar lejos de ti hace que toda mi piel esté helada, igual que mi corazón. El dolor que siento en el pecho es tan intenso que me dificulta la respiración. He intentado luchar por mí, por mi familia, por mis amigos y amigas y no puedo, Jacob, te juró que lo intenté y no puedo. Lo único que conseguía era acordarme de ti y, eso, no es nada bueno para mi corazón si tú no estás presente. - Me entristecí con sólo pensarlo, pronto volvería a estar igual. Mi ánimo se fue bajo en picado.

- ¿Que sientes en el corazón? – Me preguntó poniendo la mano en el pecho. Se la sujeté con las dos manos, sintiéndolo más cerca.

- Ahora que estas aquí, nada, sólo un corazón latiendo lleno de felicidad, amor y calidez que inunda todo mi cuerpo. Pero, cuando de nuevo te separes, volveré a sentir lo mismo; vacío y frío. Las mismas punzadas clavándose, haciéndome estremecer, impidiéndome respirar… - Cerré los ojos, no quería pensar todavía en eso, ya tendría tiempo en sentir de nuevo todo ese dolor.

- Siento mucho haberte hecho pasar por eso. – Quitó las manos de mi pecho y me sujetó por los hombros.- Voy a odiarme siempre por eso y por ser un maldito egoísta.

No entendí del todo sus palabras, mi respiración se aceleró, haciéndose ilusiones. Abrí los ojos y vi que los suyos brillaban de felicidad, una gran sonrisa sincera apareció en sus labios que tenía bien cerca. Quise hablar para que me explicara sus palabras, pero no pude, un beso selló mis labios. Un beso de compromiso. Jacob no se iría y, el día que se fuera, yo me iría con él. Con ese beso lleno de amor me despedí para siempre del dolor.



EN EL PRÓXIMO CAPÍTULO DE LAGUNA NOCTURNA………………. Me quité los botines y me puse las deportivas y la chaqueta. Cuando terminé, Jacob cerró el coche, se puso la mochila, me dio la mano y comenzamos adentrarnos en el bosque. El día estaba gris, pero no se percibía mucha humedad en el aire, con lo cual no había signos de que fuera a llover y estropearnos el paseo. Llegamos a un punto donde los matorrales se hacían más espesos, haciéndonos difícil el paso y la visibilidad. Paramos cerca de donde se juntaban las faldas de dos montañas y hacían una especie de cueva natural. - ¿Ya hemos llegado?- Le pregunté. La intriga me estaba corroyendo por dentro. - Todavía no. Quiero que conozcas lo que soy, si sientes miedo sólo tienes que decírmelo. – Me dijo mirándome a los ojos, dejándome hipnotizada. Me dio un beso y se adentró en la oscura cueva, dejándome sola en medio del bosque. Me senté en un tronco que estaba caído, esperando a que regresara. Sentía las piernas cansadas de la caminata y el duro día de trabajo de hoy. - ¡Lluna, coge la mochila y póntela! – Me gritó Jacob desde la oscuridad, tirándome la mochila dónde yo estaba. Me levanté del tronco e hice lo que me dijo. Fue entonces cuando comprendí sus palabras, Jacob iba a transformarse, iba a conocer al lobo que era.

2 comentarios:

  1. Hola wapa! que bueno el capitulo, aunq ya me lo hubiera leido desde el POV de jacob.. lluna le da otro punta de vista, y eso es genial, asi ya se como se sentía lluna! :)
    Ahora mismo me vy a leer el proximo capitulo!

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  2. hola me a gustado mucho este capitulo ya me gustaria yo estar en el sitio de lluna que pena que no podra ser pero bueno de sueños se vive no besos y asta la proxima.

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