sábado, 30 de abril de 2011

22. Fotografía

Hola preciosas mías, perdón por el retraso de este capítulo pero me fue imposible publicar. Últimamente ando súper liada con los exámenes finales a si que siento no pasarme a visitar sus páginas ni poder leer sus historias. No tengo tiempo ni para escribir, ufff ando estresadisima.
Bueno, ahora hablemos de la historia. Este cap es súper súper súper hot así que quedan avisadas. Para las que se sientan incomodas leyendo lemmon tranquilas, el próximo será light.

BeSotes a todas y espero que disfruten leyendo.






Jacob me acariciaba de una manera tal que me hacía sentir la mujer más amada del mundo. Sus manos subían y bajaban por todo mi cuerpo igual que sus labios, haciéndome estremecer de placer. Su mano comenzó a temblar cuando pasó por mi muslo, bajó su cabeza a inspeccionar.



- ¿Qué te ha pasado aquí?- Preguntó acariciando la cicatriz.

- Cuando era pequeña un perro me mordió, hasta ayer no superé mi miedo a ellos.

- ¿Ayer?, ¿porqué?

- Cuando fui capaz de enfrentarme a un lobo gigante y subirme a su lomo, me di cuenta que había superado mi fobia a los canes.

- ¡Me lo podrías haber dicho y no hubiera hecho eso!

- ¿Y perderme ese fantástico paseo? ¡Jamás!

- Si te gustó, mañana podríamos ir otra vez.

- Me parece genial, pero iremos después de comer, no quiero morir de inhibición.

- Ja, ja, muy graciosa.

En toda la conversación Jacob no dejaba de acariciar ni de besar la cicatriz, como si con ello intentara borrarla. Me sentí incomoda, aquella marca en mi cuerpo no era una cosa de la que me sintiera orgullosa. Me puse de lado para que no la viera.



- ¿No… te gusta que te toque? – Preguntó entristecido.



- Claro que sí, lo que pasa es que no me gusta esa cicatriz.



- Pues a mí me encanta cada parte de tu cuerpo. – Dijo besándome en los labios.



- ¿Por qué no me iban a gustar tus caricias?



- Soy inexperto en la materia, no sé qué cosas te gustan y cuáles no.



- Todo es práctica, y yo te dejo experimentar con mi cuerpo todo lo que quieras.


– Le dije cogiéndole la mano y poniéndola en mi busto.


Empezamos a besarnos con pasión, mordí su labio inferior. Antes habíamos reprimido nuestra pasión, pero ahora que ya habíamos conocido nuestros cuerpos, la dejamos salir desbocadamente.



Nuestras manos se movían deprisa, con desesperación. Pasé mis manos por su espalda hasta llegar a su trasero, con las dos manos lo apreté y lo acerqué a mí, sentí su duro miembro chocar contra mi cadera, me volví loca, la lujuria corrió por todo mi cuerpo.



Puse mis manos en su pecho y lo empujé, quedó tendido en la cama. Besé sus labios con violencia, como leona en celo arañé su pecho y después lamí las marcas que dejé en su pectoral. Cogió mi cintura y me situó encima de su entrepierna, pude sentir toda su desesperación por sentirme, no le hice esperar, despacio me dejé caer y su miembro se introdujo sin problemas. Comencé a subir y a bajar siguiendo un ritmo lento. Escuchaba a Jacob gemir cada vez que entraba y salía de mí y, eso, me excitaba aún más. Subí el ritmo y sus gemidos y jadeos se volvieron más fuertes.



Cogió mis caderas y comenzó él a marcar el tiempo de las sacudidas. Apoyé mis manos en sus rodillas y me dejé llevar por el goce. Las embestidas cada vez eran más rápidas y fuertes, mis pechos saltaban alegremente en cada empuje, tanto que los tuve que sujetar para que no me hiciera daño. Cuando vio que mis manos sujetaban el busto sintió envidia y se encargó él de aguantarlas con sus manos y su boca. Lamía y succionaba de una forma increíblemente deliciosa mis pechos y, juntado con la rítmica penetración, me estaba llevando directamente al orgasmo.
Pasé mis manos por debajo de sus axilas y me agarré a sus hombros para que en cada balanceo pudiera coger más fuerza y la penetración fuera más profunda. Cogió mi trasero y comenzó a marcar un ritmo más lento pero más profundo. Sentía mi garganta seca de tanto gritar, pero cuando mordisqueó mi pezón lancé un grito que lo llenó de júbilo. Sentí como su miembro comenzaba a palpitar, quería llegar al orgasmo al mismo tiempo que él. Empujé su pecho y lo tendí en la cama, cogí su mano y la puse en mi entrepierna para que masajeara mi clítoris mientras me penetraba. Fue comenzar a acariciarlo y mi vagina se hizo más estrecha, pudiendo sentir más su miembro dentro de mí. Los jadeos de Jacob cada vez eran más fuertes, sus gemidos eran intensos y el aire que salía de sus pulmones llegaba directamente a mi cara, hipnotizándome. Cuando Jacob estaba a punto de llegar al orgasmo, apretó más fuerte mi clítoris y siguió un ritmo más rápido. Mi vagina comenzó a palpitar fuertemente cuando sentí como se corría dentro de mí. Pensé que ya llegaba al orgasmo al sentir eso, pero no fue así, sentí más placer que nunca y no pude aguantar los gritos acompañados de su nombre.

Me cogió por los hombros y se dio la vuelta, quedando yo tumbada en la cama y él encima. Sus embestidas eran fuertes, rápidas, enérgicas. Agarré con mis manos dos puñados de sabanas, sentía que en cualquier momento iba a desmallarme por el placer. Caían gotas de sudor por mi espalda y mi abdomen. Pensé que no podía llegar a sentir más placer, pero no fue así, cuando sentí de nuevo su miembro palpitar y, a los pocos segundos eyacular otra vez, llegué al fin de mi orgasmo con un grito que me asusté, no sabía que podía tener tanta capacidad pulmonar.



Jacob, exhausto, se hizo a un lado y se dejó caer en la cama a mi lado. Dejé la cabeza apoyada en su pecho, sintiendo su rápida respiración y los apresurados latidos de su corazón.




Sabía que tenía que ir al baño a lavarme, también tenía que ir a beber agua; mi garganta estaba seca, pero no tenía fuerzas. Estaba tan agotada que, entre pensamiento y pensamiento, me quedé dormida sin tener posibilidad de hablar con Jacob ni desearle buenas noches.









Eran más de las 12 del mediodía cuando desperté, Jacob todavía estaba dormido; descansaba boca abajo con su cabeza junto a la mía y sonreía ligeramente. Con mucho cuidado para que no despertara, quité su brazo de mi cintura y, sigilosamente, fui al baño; cuando regresé, continuaba durmiendo. Me senté a su lado y con la yema de los dedos comencé acariciar su espalda y cada curva de su cuerpo. Bajé las sabanas de su cintura y dejé a la vista su trasero, con sólo ver esa deliciosa imagen me excité, lo acaricié y Jacob rió dormido y se dio media vuelta.



Quedó boca arriba y su excitación ya dura quedó delante de mis ojos, ¡dios, qué tamaño, buenos días a ti también! Subí a besarle los labios, quería que despertara porque si no lo hacía pronto era capaz de hacerle el amor aunque estuviera dormido. Los besos parecían no dar resultado, mordisqueé su cuello y aún dormido cogió mi cintura y me pegó a su cuerpo, sintiendo su miembro en mi cadera, ¡si no despertaba ya, era capaz de violarle! Comencé a llamarle y a la quinta o sexta vez que dije su nombre abrió los ojos, sonrió, me dio un beso en la frente y volvió a cerrarlos. Ahora que estaba “medio despierto” saqué todas mis armas de seducción y me dispuse a hacerle enloquecer de placer para que entrara en acción. Me puse encima de él y besé su pecho.



- Jacob, tengo hambre.- Le dije con voz ronca mientras besaba sus pectorales.



- ¿Quieres comer?



- Ajá...- Le contesté sensualmente mientras bajaba y lamía sus abdominales.




Su respiración se contuvo cuando le lamí el ombligo y mis pechos rozaron su miembro. Continué bajando hasta llegar a su erección, saboreé mis labios y lo lamí de arriba abajo, repetidas veces. Sus jadeos se hicieron más fuertes cuando introduje en mi boca la punta. Con la lengua la acaricié. Subí mi mirada y vi que Jacob cerraba los ojos mientras cogía fuertemente la almohada, su respiración iba totalmente descontrolada. Cuando introduje parte de su miembro en la boca soltó un gran gemido y tapó su boca con la mano para intentar silenciar los gritos. Comencé a succionar su miembro, moviéndome de arriba abajo. Sus gemidos cada vez eran más fuertes. Sentía como estaba totalmente humedecida y el líquido resbalaba por mi entrepierna. Levantó su espalda de la cama y saqué su miembro de la boca para mirarlo, sus ojos estaban oscuros y lujuriosos; estaba excitadísimo. Me dejé caer hacia atrás y abrí mis piernas para darle mejor acceso, soltó un gruñido de su pecho y se lanzó a penetrarme con fuerza. Sus movimientos eran muy rápidos y no tardamos en alcanzar el orgasmo.



- Ha sido el mejor desayuno de mi vida. –Dijo con una risa nerviosa.


- El mejor almuerzo dirás. – Jacob levantó la cabeza de mi pecho y miró el despertador.


- ¡Vaya!, hacía muchísimo tiempo que no dormía tantas horas.

- Púes ya es hora de levantarse. – Le dije haciéndolo a un lado e incorporándome de la cama.





Necesitaba una ducha urgentemente, todo mi cuerpo estaba totalmente sudado. Fui a buscar la ropa y el neceser que estaba en el cuarto de Alice; cuando regresé, Jacob ya estaba en la ducha. Dejé las cosas encima del bidé y, después de dar dos tragos bien grandes de agua, me lavé los dientes. Cuando terminé, cogí el champú, la esponja, el gel y fui dentro la ducha con Jacob.



- Pensaba que nunca ibas a entrar conmigo en la ducha. – Me dijo cuando abrí la mampara.



Cogió mi mano y me metió con él. El agua estaba helada, di un respingo y me pegué a su cuerpo que estaba bien cálido. Jacob reguló la temperatura y mis músculos se relajaron cuando entraron en calor. Me lavé el pelo; cuando el jabón había desaparecido de mi cabeza, abrí los ojos y vi que me miraba de una manera tan especial: me hacía sentir deseada, amada, sexy…



Cogí la esponja, le puse gel y se la entregué; la miró, luego a mí, tragó saliva, la agarró y comenzó a restregarla suave por mis hombros. Dejó la esponja a un lado, se puso gel en la mano y empezó a lavarme con ella. Sus manos pasaron por todos los rincones de mi cuerpo, haciéndome estremecer de placer al contacto de sus caricias. Cuando terminó, seguí yo el mismo proceso en su cuerpo. Puse gel en mis manos y las restregué despacio por sus hombros, el pecho y el abdomen, después le dije que se diera media vuelta. Apoyó sus manos en la pared y lavé su espalda mientras el agua caía por su cabeza y deslizaba por su espalda. Cuando ya no quedaba jabón en mis manos, pasé mis manos por su cintura muy despacio hacia delante; cuando llegaron a tocar sus firmes abdominales, las bajé hacía su excitación. Comencé a bombear muy despacio, escuchando sus gemidos cuando apretaba su miembro en mi mano y lo deslizaba para abajo. Quitó mis manos de su erección, se giró y me dio la vuelta quedando yo debajo del chorro de agua. Según iba desapareciendo de mi cuerpo los restos del jabón el llenaba ese espacio con besos y caricias. Sus manos y labios bajaban por mi abdomen hasta llegar a mi entrepierna. Me cogió por la cintura y me hizo girar hasta quedar mi espalda apoyada en la pared, sostuvo mi pierna y la dejó detrás de su hombro, con el pie colgando en su espalda. Sus labios besaron el pre perineo y, cuando llegó al clítoris, lo lamió lentamente, sintiendo su suave y cálida lengua. Mi espalda se curvó de placer y mi pelvis se acercó más a su cara, este movimiento le volvió loco y su lengua comenzó a moverse rápidamente por toda mi intimidad. Mis jadeos producidos por la excitación se escuchaban con eco en la ducha. Sentía que en cualquier momento iba a llegar al orgasmo y deseaba que me penetrara antes, más que deseo era necesidad.



- Jacob, quiero sentirte dentro de mí. – Le dije entre jadeos.



Quitó mi muslo de su hombro, se puso en pie, me cogió por las caderas y me levantó del suelo. Puse mis manos detrás de su nuca y enredé mis piernas en su cintura, hizo un movimiento tan fuerte que todo su pene entró de golpe, haciéndome gritar de placer. Jacob paró de golpe, mi grito le asustó, su rostro se había vuelto pálido, poco a poco fue retrocediendo hasta casi salirse de mi cuerpo. Hice presión con mis piernas, juntándolo a mí, recibiendo de nuevo una gran estocada de placer, mordí mi labio para silenciar el grito de éxtasis.



- Ni se te ocurra parar. – Le dije con desesperación.



De su pecho salió un gruñido y comenzó a bombearme lento pero con fuerza, chocando nuestros cuerpos cada vez que me penetraba. Silencié mis gritos mordiendo su cuello y hundiendo las uñas en la espalda. Cuando su miembro comenzó a latir no pude aguantar más y dejé salir todos los gemidos silenciados, llegando así al orgasmo.


Cuando mi desbocado corazón volvió a su ritmo normal y entrar en mis pulmones una cantidad razonable de oxígeno, solté mi agarre de su cintura y me duché otra vez; tuve que regular la temperatura, ahora me parecía fría a comparación con el calor que desprendía Jacob. Él se fue antes que terminara. Una vez me sequé, cepillé el pelo y me vestí con un pantalón de deporte y una camiseta de manga larga, salí del baño.



Jacob estaba barriendo los pétalos de rosa que estaban esparcidos por todo el suelo de la habitación. Iba descalzo y vestía sólo un pantalón tejano largo oscuro -¿es que quería volver a excitarme? Porque lo estaba consiguiendo- Le ayudé a limpiar la habitación, después bajamos a recoger el salón. Cuando terminamos, Jacob fue a guardar la mesa al garaje y yo fui a la cocina a preparar la comida; me dijo que Esme ya la había preparado y estaba guardada en el frigorífico.



Esme había preparado una enorme lasaña de carne. Encendí el horno y, mientras se gratinaba, puse la mesa; antes que terminara, Jacob ya había vuelto y me ayudó a terminar de poner la mesa y recoger los platos de la cena de ayer. Hacíamos un gran trabajo en equipo. Comimos animosamente y, de postre, tomamos las fresas que sobraron de la cena. Cuando terminamos, nos sentamos en el sofá a reposar la copiosa comida.



Jacob encendió la televisión. No tengo la menor idea de que canal puso ni que es lo que estaban dando, toda mi atención la puse en la belleza de él, en sus besos y en sus caricias. Sus ojos eran preciosos, me dejaban ver en ellos todo el amor que me tenía, esperaba que él también lo pudiera ver y percibir.



El calor que desprendía su cuerpo era algo que me encantaba, pero hubo un momento que no fue lo suficiente, por mi espalda sentí un escalofrío. Jacob resopló y se sentó en el sofá recomponiendo la postura.


- Ya están aquí. –Dijo.

- Lo sé.


- ¿Cómo lo sabes si ni siquiera han llegado?


- Puedo sentirlo, es como si por mi espalda recorriera un escalofrío, como si me dejaran caer un cúbito de hielo. – Jacob me miró extrañado, pero no era una locura, los podía percibir.



A los pocos minutos, toda la familia Cullen entró, después de saludarnos se sentaron junto a nosotros dos.



- ¿Cómo ha ido la caza?- Les preguntó Jacob.

- ¡Genial! esos osos no volverán a molestar a la población, sino se las volverán a ver conmigo. – Dijo Emmet animosamente.


- Bueno, en realidad no fue tan bien para Emmet, Esme le quitó la presa antes que se diera cuenta él. – Dijo Bella, Emmet le sacó burla.




Miré a Esme, me parecía imposible que una mujer tan pequeña pudiera quitarle la presa al grandullón de Emmet. Esme me miró avergonzada.


- Yo no quería, pero se puso enfrente ese gran oso, lo tenía en el punto de mira y no me di cuenta que Emmet iba detrás de su pista. – Contestó Esme, justificándose.



Jacob comenzó a carcajearse en la cara de Emmet y a señalarle con el dedo, se sujetaba el estómago con la otra mano de tanta risa. Emmet cada vez estaba más enfadado, miró a Jacob por debajo de sus grandes pestañas y se acercó a él con sonrisa pilla. Edward comenzó a reírse, intentó silenciar la risa con una tos pero nadie le creyó, por su nariz salía la risa.



- Jacob, hoy no me voy a enfadar contigo, estoy muy feliz por ti. ¡Por fin eres todo un hombre!- Le dijo dándole un puñetazo en el hombro.



Jacob se avergonzó y bajó la mirada. Su sonrojo junto su sonrisa soñadora hacían una mezcla realmente atractiva. Emmet me hizo a un lado y se sentó en medio de los dos, cogió mi mano y me miró muy serio.



- Aunque estoy contento por Jake, me preocupas, Lluna. Después de lo que has hecho tendrás que visitar a un especialista para que trate ¡tu zoofilia! – Dijo estas últimas palabras destornillándose en mi cara.



Las risas de todos los Cullen se escucharon a mi alrededor, era el nuevo bufón. Aunque me avergoncé, me uní a sus risas contagiosas. Cuando nos calmamos, la risa maliciosa de Jacob comenzó a escucharse. Edward tuvo que levantarse para calmar su ataque de risa, me hubiera gustado saber lo que pensaba decir Jacob, al igual que Edward, y así haberlo podido detener antes que dijera nada.



- Rosalie, -le llamó Jacob, ella ni siquiera se digno a mirarlo- Emmet el otro día ligó con una cajera. – Rosalie miró a Emmet que sacaba fuego por los ojos.



- ¡Emmet!- Le gritó Rosalie, él se puso tenso y tragó saliva, bueno, ponzoña.



- Cariño, lo que pasó fue que…



- ¡Así que no lo niegas!



- No, no… digo, sí…- Rosalie se levantó del sofá hecha una furia y subió las escaleras.



- ¡Está me la pagaras, chucho! – Le dijo Emmet a carcajadas a Jacob mientras subía las escaleras. “Y encima tienes el morro de reírte”, se escuchó la voz de Rosalie en el piso de arriba, Emmet se tensó y desapareció como un rayo de nuestra vista.



- Te has pasado, Jacob. – Le dije culpándole de la situación.



- Tranquila, en menos de 10 minutos ya habrán hecho las paces. –Se escuchó cómo se rompía algo de cristal en el otro piso- O en media hora…



Cuando Jacob quiso sentarse junto a mí, Alice, en un movimiento rápido, ocupó el sitio que había dejado libre Emmet.



- ¿Cómo te queda el vestido?- Me preguntó.


- ¡Genial! Es precioso Alice, muchas gracias.


- Me gustaría vértelo puesto, en mis visiones de ti no he podido ver nada más que oscuridad, tampoco he querido mirar mucho más por si veía cosas que no debía. –Dijo guiñándome un ojo. Iba a contestar pero se adelanto Jacob.


- No puede ser Alice, ya habíamos hecho planes para hacer una excursión esta tarde. –Le dijo Jacob.


- ¡Oh no!, pues vais a tener que posponer esa excursión, Lluna me prometió que vería mis ropas, la última vez que vino. – Dijo Alice y, decidida, cogió mi mano y me arrastró piso arriba, aunque la verdad, estaba deseando que pasara esto, ayer en su vestuario vi prendas realmente preciosas. Jacob se quedó con la boca abierta, con la intención de reprochar pero, cuando vio mi gran sonrisa, se encogió de hombros y dejó caer su espalda en el sofá.


Fui al cuarto de Jacob a ponerme el vestido y los zapatos, después fui al vestidor de Alice que era donde me esperaba.




- ¡Lluna, te queda precioso! – Dijo Alice emocionada. - ¿Pero no llevas el sujetador que te dejé en la caja?

- No, Jacob tuvo problemas con el enganche y el sujetador no sobrevivió al encuentro. – Le dije divertida, Alice se rió con su risa angelical.





Alice comenzó a sacar y enseñarme vestidos, pantalones, blusas, camisetas, zapatos, no sabría decir de todas las cosas que me enseñó cual era más preciosa. Me probé un vestido largo y ceñido negro, que se ataba al cuello y de escote pronunciado en la espalda. Cuando miré como me quedaba en el espejo, vi el reflejo de la fotografía que había detrás de la puerta. Puse un dedo en mis labios y le indiqué que se acercara en silencio, le señalé la preciosa niña que había retratada. Alice sonrió.


- ¿Quieres ver más?- Preguntó


- Me encantaría.



Me dijo que me sentara en el sofá. Alice fue al armario y, de detrás de un cajón, sacó un álbum de fotografías, se sentó a mi lado y comenzó a enseñármelo.
En todas las fotografías salía esa niña preciosa llamada Renesme sola o acompañada con algún miembro de la familia Cullen o con Jacob. Cada página que pasaba esa niña era más grande, podría ser que entre cada fotografía pareciera que hubieran pasado meses aunque, en realidad, creo que sólo eran días.


- La siguiente es la que más me gusta. –Dijo Rosalie a mi lado.



Me sobresalté, no me había dado cuenta que había venido. Cuando vi su mirada llena de ternura me relajé, me hice a un lado y ella se sentó a mi lado. Alice pasó la página y tapé mi boca escondiendo la risa igual que Rosalie y Alice. En esa fotografía aparecía Renesme, quien aparentaba tener unos 7 o 8 años, era Halloween e iba disfrazada de princesa con un precioso vestido rosa y blanco y una corona de adorno que se amoldaba perfectamente en sus bucles cobrizos. Pero Renesme no fue la que me hizo gracia, porque estaba guapísima, del que no podía dejar de mirar y reírme era de Jacob; iba disfrazado de vampiro, con pantalón negro, camisa blanca y capa roja. Le habían maquillado la cara pálida, unos colmillos de plástico y el pelo engominado al estilo John Travolta haciendo de Danny Zuko en Grease. En sus labios había puesta la sonrisa más falsa de la historia.



En la siguiente fotografía estaban posando Jacob y Renesme, él la sujetaba en brazos y hacía que la mordía en el cuello. En esta fotografía los dos sonreían alegremente. Rosalie avanzó la mano y me enseñó un punto de la fotografía, me acerqué más y miré donde ella señaló. Se veía a Edward bajar las escaleras enfadado, gritando algo y mirando fijamente a Jacob con cara de pocos amigos, no pude aguantar más la risa y comencé a destornillarme. Alice tapó mi boca con sus finas y frías manos; conté hasta 3, respiré profundo y pasé la pagina, si volvía a ver esa imagen volvería a entrame un ataque de risa.



Las páginas del álbum iban pasando, cada vez pasaba más tiempo entre fotografía y fotografía y Renesme estaba más grande. Cada vez aparecía menos Jacob en ellas. En la última página había una foto de ella adulta, hecha toda una mujer: alta, delgada, pelo cobrizo ondulado largo, cara angelical pero llena de tristeza. Rosalie acarició la fotografía.


- Está fue antes de irse. – Dijo.


- ¿Cuánto tiempo hace de esto?- Pregunté.


- Demasiado. –Dijo Alice apenada. Rosalie no dejaba de acariciar la fotografía.
Alice se tensó, quitó el álbum de mis manos y deprisa lo escondió de donde lo había sacado. A los pocos segundos entró Jacob en el vestuario.


- Lluna hace más de dos horas que estáis aquí metidas, deberíamos irnos, es tarde.





Miré el reloj que había colgado en la pared, eran más de las 8 de la tarde. Si quería volver a pasar otro fin de semana con Jacob debía de llegar pronto a casa, sino, mis padres no volverían a darme permiso.

Salí corriendo del vestuario, fui al cuarto de Jacob, él me acompañó. Me quité el vestido y comencé a vestirme con la ropa que me había puesto esta mañana. Cuando iba a ponerme la camiseta Jacob me paró y me pegó a su pecho desnudo, me miró con deseo y comenzó a besarme. Sus manos bajaron por mi espalda y me agarró con fuerza el trasero. Sólo con un pequeño roce ya estaba excitada y deseando hacerle el amor. Mis labios descendieron por su cuello y se pararon en su pecho donde comencé a besar sus pectorales. Jacob levantó mi cabeza y me besó con furia y pasión. Acaricié su espalda y cuando llegué a la costura de los pantalones introduje mi mano y toqué directamente su trasero ¡dios, no llevaba puesto calzoncillos! Lentamente pasé mi mano por su cintura y llegué a tocar su dura excitación, soltó un gemido dentro de mi boca. –Perrito caliente, perrito caliente- Se escucho como alguien decía con los labios puestos detrás de la puerta. Jacob soltó un grito y salió hecho una furia dando un portazo a darle una paliza a Emmet.



Me reí acalorada y me hice una nota mental “nunca más volveré a hacer escenas subidas de tono en una casa llena de vampiros y menos si está Emmet”. Terminé de vestirme, hice la maleta, cogí una camiseta y calzado para Jacob y salí de la habitación.



En el pasillo me esperaba Alice.



- Ten, Lluna, no te olvides del vestido. –Me dijo entregándome una bolsa.



- Muchas gracias Alice, pero no puedo aceptarlo, te estás tomando demasiadas molestias.



- ¡No digas tonterías! –me dijo enfadada- Si quieres devolverme el favor, un día podríamos salir de compras juntas.



- Eso está hecho, también me gustaría que me contarás más cosas sobre ella. – Quería saber que había sido de Renesme.



- Me parece bien, un día me escapo y hablamos.

Alice me dio un abrazo lleno de cariño que yo le devolví, aunque su cuerpo estaba helado en ningún momento me incomodó. Los gritos de Jacob y Emmet comenzaron a escucharse en el piso de abajo.



- ¿Siempre son así estos dos?- Le pregunté a Alice.


- No, son aún peor. – Nos reímos juntas y bajamos donde estaba liado el jaleo.



Jacob y Emmet estaban revolcados por el suelo y dándose puñetazos mientras se reían, jugaban a ver quien tumbaba al otro en el suelo. Me quedé un rato mirándolos, Jacob se dio cuenta de mi presencia, paró de pelear y fue cuando Emmet se aprovechó, lo tumbó en el suelo y se sentó encima de su espalda.


- ¡Te gané! – Dijo victorioso Emmet.



Jacob intentó levantarse pero no pudo hasta que el grandullón de Emmet se quitó de encima de él. Jacob se incorporó, le entregué las deportivas y la camiseta. Cuando se la puso me arrepentí de habérsela dado, sus perfecto torso quedó tapado. Emmet se cruzó de brazos y negó con la cabeza.



- Lluna, tu zoofilia cada vez va a peor, tendrías que visitar cuando antes a un especialista. – Jacob iba a defenderme pero Emmet dio una carcajada y desapareció de nuestra vista.



Me despedí de toda la familia Cullen y fuimos dirección a mi casa.