Jacob se levantó del sofá y desapareció por la puerta de la cocina sin decir a nadie nada. Bella y yo nos miramos y nos pusimos en pie para ir detrás de él. Edward le impidió el avance a Bella y la sentó junto a él, yo seguí con mi marcha. Entré en la cocina que estaba totalmente a oscuras, no sabía dónde se encontraba el interruptor de la luz, avancé guiándome con las manos por la pared. Al final de la cocina vi la figura de Jacob que estaba sentado en el suelo con la cabeza entre las piernas, me acerqué y me senté junto a él, dejando la cabeza apoyada en su hombro. Escuché como absorbía por la nariz y se limpió las lágrimas con la manga de la camiseta. Sabía perfectamente cómo se sentía, porque yo estaba igual, pensando sobre las consecuencias de nuestra relación. Teníamos que dejar atrás esos pensamientos. Me puse en pie y ayudé a Jacob a levantarse, cuando lo tuve de frente y vi sus ojos oscuros sin brillo me aterraron.
viernes, 1 de abril de 2011
19. Somewhere over the rainbow
Como prometí aquí está la opción b. Ayer colgué la opción A, el desenlace de Lluna por si alguien lo quiere leer. Deseo que os guste este nuevo capítulo y como siempre espero vuestros comentarios con vuestras opiniones. Besicus Áuryn
Todo el dolor y la tristeza habían desaparecido, trasformando esos sentimientos desagradables en una alegría y felicidad enorme. Mi cuerpo estaba totalmente descansado, lo único que sentía era un corazón que latía fuertemente y desbocado por el amor. Sabía que no había sido un sueño, todo lo que acababa de ocurrir era real, mi mente no habría sido capaz de imaginarse tal desenlace y, aunque lo fuera, el calor del cuerpo de Jacob me recordaba que él estaba conmigo, y eso, era imposible de imaginarlo igual que los latidos de su corazón que sonaban tan cerca del mío. Jacob andaba tan despacio que ni siquiera notaba ni escuchaba sus pasos mientras me cargaba.
Era tarde y nuestras respectivas familias estarían preocupadas por nuestro retraso, al menos por mi parte, no sabía si los Cullen ya estaban avisados de la reciente noticia. Aunque no quería ir a casa y que se fuera Jacob a la suya, tenía que informar a mis padres de que me encontraba bien, la última vez que hablé con mi madre estaba muy preocupada.
Los ronquidos de Jacob hicieron sacarme de mis pensamientos. Abrí los ojos y me di cuenta que estábamos los dos en mi cuarto, ¡en mi cama! No sabía cómo habíamos llegado hasta aquí, lo qué sí que sabía era que los dos habíamos dormido juntos y Jacob todavía lo estaba. Lo llamé para que despertara, pero no lo conseguí. Tuve que zarandearle para que despertara, cuando lo hizo, se desperezó, me dio un beso en la frente y me abrazó, ¡tan tranquilo y feliz! Yo estaba histérica, no tenía ni idea de lo que había pasado, lo que sí estaba totalmente segura era que, si mis padres se enteraran de esto, nos matarían a los dos. Me quité sus brazos que rodeaban mi cintura y me apoyé sobre las rodillas, quedando Jacob de cara.
- ¿Qué haces aquí?- Le dije en voz baja para que no nos escuchara nadie. Jacob se irguió y apoyó su espalda en el cabecero de la cama, con cara de culpabilidad.
- ¿No querías que me quedara contigo a dormir? –Dijo bajando la mirada.
- ¡Claro que sí! pero mis padres van a matarnos si nos descubren. – Algo en mi comentario le hizo gracia porque tapó su boca escondiendo la carcajada, yo no veía el chiste por ningún lado. Abrió los ojos de par en par y miró la puerta, me hizo signos para que no hiciera ruidos.
- ¡Shhh!, hazte la dormida. – Se tumbó en la cama y se escondió debajo del edredón.
Si antes no entendía nada, ahora menos, ¿pretendía esconderse? Nos iban a descubrir, por mucho que se tapara, sus pies seguro que salían por debajo de la cama, lo iban a ver seguro. Me cogió por las piernas y me estiró para que quedara tumbada en la cama. Me puse de lado para intentar esconder el cuerpo de Jacob, algo imposible. Le di una pequeña patada para que dejara de reírse, aunque no se escuchaba su risa, su estomago no paraba de moverse haciendo que el edredón vibrara. Dejé de respirar cuando escuché la puerta de la habitación abrirse, crucé los dedos deseando que no lo vieran quien fuera que acababa de entrar en la habitación.
- Ya te he dicho Manuel que estaban dormidos, yo no he escuchado nada - ¿cómo?, ¿mi madre acababa de hablar en plural? – Dejémoslos dormir un rato más, es pronto para despertarlos.
Cuando la puerta de mi habitación se cerró, destapé a Jacob que estaba doblado de la risa.
- ¿Mis padres saben que estás aquí?
- Ellos fueron quienes me dieron permiso para quedarme. – Dijo levantando una ceja.
- ¿Cómo? – Seguía sin entender nada.
- Te quedaste dormida de camino a casa. Cuando te traje, les comenté que, si te despertabas, te dijeran que por la mañana vendría a buscarte para llevarte a trabajar, tú madre prefirió que te lo dijera yo, y aquí estoy.
- ¿Mis padres te han dejado dormir conmigo? – Esto me sonaba muy extraño, ni Javier que llevaba más de seis años en la familia habían dejado que se quedara a dormir en casa hasta que anunciaron su enlace.
- Tu madre me dio permiso, a tu padre no le hizo mucha gracia. Tengo miedo de encontrarme con él en el piso de abajo, creo que voy a salir por la ventana.
- Deberías tenerle miedo, en estos temas es bastante tajante. En su casa nada de hombres durmiendo en la cama de sus hijas. – El último que se encontró en mi cama salió medio desnudo a la calle. Esto no se lo comenté a Jacob, sino, sí que saldría por la ventana.
Jacob se puso de lado, mirándome fijamente, acariciando mis mejillas. Una risa tonta salió de mis labios, cómo una adolescente recién enamorada. Adolescente, no era; pero enamorada, sí y hasta más no poder. Besó mis labios con dulzura.
- No voy a dejar que nada ni nadie borre esa preciosa sonrisa. – Dijo separándose unos milímetros de mi boca, haciendo que mis labios vibrasen con sus palabras.
- Nunca desaparecerá mientras tú estés a mi lado.
Y nos besamos con pasión.
El despertador comenzó a sonar, avisándonos de que era hora de volver al mundo real, esto es un decir, porque de normal no tenía nada, estándome besando con un ser salido de una novela romántica.
Me dieron ganas de hacer caso omiso a los pitidos irritantes, pero debía de seguir cumpliendo con mis obligaciones, tenía que ir a trabajar y, peor aún, tenía que enfrentarme a mis padres, bueno, con mi padre. Con fastidio me separé de los labios de Jacob y apagué la dichosa alarma. Nos levantamos de la cama, él se calzó, yo quedé embobada mirándolo; todavía no me podía creer que Jacob había dormido conmigo en mi cuarto y lo mejor de todo, siempre estaríamos juntos, esto quería decir que algún día siempre despertaríamos abrazados en nuestro hogar. Noté cómo me ardían las mejillas al pensar que más cosas se pueden hacer en una cama aparte de dormir. Por suerte, él no notó mi sonrojo, lo escondí dándole la espalda mientras hacía la cama.
- ¿Puedo utilizar el baño? – Me preguntó, le señalé la puerta del lavabo, todavía mis mejillas estaban al rojo vivo, más se encendieron al pensar que otras cosas aparte de asearse se pueden hacer en una ducha.
Jacob entró al baño, mientras, preparé la ropa que me pondría hoy. Cuando salió, le pregunté si le apetecía quedarse a desayunar; ninguno de los dos cenamos ayer y, por mi parte, estaba muerta de hambre. Antes que fuera a contestarme, entró mi padre sin avisar a la habitación. Dio una mirada de odio a Jacob y otra de decepción a mí.
- Mejor nos vemos en el coche. – Me dio un beso en la frente y salió del cuarto. Mi padre no le apartó la vista hasta que desapareció por las escaleras.
- Y tú, señorita, ya hablaremos esta noche, llego tarde a trabajar. – Dijo muy enfadado y se fue dando un portazo.
Nunca había visto así a mi padre conmigo. Él era quién siempre hacía de poli bueno en las discusiones familiares. Jamás había discutido con él, ninguna vez hizo falta, siempre solucionábamos las cosas hablando, exponiendo cada uno su posición e ideas, esta vez, parecía que no iba a ser así.
Me duché como un torbellino, Jacob me estaba esperando y no le quería hacer esperar; por mi parte, tampoco quería retrasar nuestro encuentro. Después de asearme y vestirme me maquillé, poniendo un poco de sombra rosada en los párpados que hacia juego con el suéter que llevaba puesto. Puse espuma en el pelo y recogí unos mechones con un pasador, ya se secaría al natural. Me puse mis estupendos botines marrones que quedaban geniales con los tejanos claros. Como cada día, me entretuve escogiendo los accesorios, sin ellos, me sentía desnuda.
Bajé con miedo a desayunar, esperaba que mi padre no me hubiera engañado y fuera cierto que se había ido a trabajar. Cuando llegué a la cocina, sólo se encontraba Olga, mis padres ya se habían ido. Mi hermana al verme se lanzó abrazarme con gran ternura.
- Lluna, me alegro que vuelvas a ser tú de nuevo.
- Y con más fuerzas que nunca. – Le dije devolviéndole el abrazo.
- Por lo que puedo ver, me imagino que la reconciliación fue bien. Ahora queda que te reconcilies con papá.
- ¿Está muy enfadado?
- Mucho es quedarse corto, nunca lo he visto así de enfadado. Gracias a mamá, Jackson no ha salido a patadas de esta casa.
- ¿Cómo está ella?- No me apetecía hablar más de mi padre y su actitud negativa hacia Jacob. Olga me preparó una taza de café.
- Mamá es feliz si nosotras lo somos y, ella sabe que la tuya, es estando con Jackson.
Olga me contó como mi madre casi había sobornado a mi padre para que no despertara a Jacob y lo echara de casa. Cuando quise darme cuenta, era la hora de irme a trabajar. Me tomé el café y devoré unas galletas, cogí unos bollos rellenos de chocolate para dárselos a Jacob, estaría hambriento.
Cuando salí a la calle, Jacob me esperaba en su coche con una sonrisa hermosa en sus labios. Me subí y le entregué los bollos, los cuales engulló en un abrir y cerrar de ojos con una mano mientras conducía con la otra. Me hubiera gustado desayunar con él en la cafetería como el otro día, pero se me pasó el tiempo hablando con Olga. Era muy tarde y, de nuevo, llegaría con el tiempo justo a la oficina.
- ¿Cómo pinta el día de trabajo? – Me preguntó.
- Complicado, tengo todas las tareas de ayer pendientes. Estaré toda la mañana y la tarde ajetreada.
- ¿Trabajas esta tarde?, me dijiste que los viernes los tenías libres.
- ¿Hoy es viernes? – Tuve que mirar el calendario del móvil para creérmelo, esta semana estuve tan absorta en mi mundo dramático que ni siquiera sabía en qué día vivíamos. - ¡Qué bien, es viernes!
- ¡Podríamos quedar para comer juntos! – Me dijo cómo un niño que se le acaba de ocurrir una gran idea y, la verdad, lo era.
- Me parece genial, ¿dónde te apetece ir a comer? – Le pregunté con una gran sonrisa.
- Me da igual, menos a tu casa, no creo que me dejen pasar más allá del portal. Siento ser el culpable por el que se ha enfadado tu padre. Sí lo prefieres, podrías quedar para comer él y solucionar el problema. Ya quedaremos nosotros para más tarde.
- La primera opción me parece más tentadora, ya hablaré con mi padre por la noche. Llegamos a la oficina, me despedí fugazmente de Jacob. Fiché cuando quedaba un minuto para que fuera la hora de entrada. Parecía que hoy no era la única que llegaba tarde, Lucas entró disparado por la puerta pocos segundos después.
- Hola Lucas, parece que vienes un poco sofocado, ¿qué te pasó hoy?- Le dije apoyada en la máquina expendedora, cómo hacia él cuando yo llegaba tarde.
Cuando me vio, se quedó parado después de analizar mi expresión, se acercó dando saltitos y palmas de felicidad. Abrió los brazos y yo salí disparada a ellos, quería demostrarle toda la gratitud por apoyarme estos días. Nos separamos y recompusimos nuestras ropas cuando escuchamos la puerta del despacho de Mariano abrirse.
- Lluna, hoy voy a estar todo el día fuera. Te he dejado trabajo encima de tu mesa. Que paséis buen fin de semana.
- Igualmente. – Dijimos Lucas y yo al unísono antes que saliera.
Mire mi escritorio, estaba lleno de papeles y carpetas. Aunque la idea de no tener que soportar a Mariano en todo el día me entusiasmaba, soplé; ya estaba cansada de sólo pensar en todo el papeleo que tenía pendiente.
- Te ayudo a ponerte al día, si me cuentas cada detalle de lo que te paso ayer para haberte recuperado así de bien.
- Trato hecho. – Estrechamos la mano para confirmar el acuerdo.
Nos pusimos manos a la obra. Lucas me pasaba todos los informes ordenados y yo los clasificaba en su carpeta correspondiente. Como parte del trato, le conté lo que sucedió ayer. Le explique que fuimos a mi lugar preferido porque quería guardar un buen recuerdo de él. Allí, mientras anochecía, nos dimos cuenta que no podíamos vivir separados.
- ¡Qué bonito y romántico Lluna!, bajo las estrellas os declarasteis amor eterno. ¿Qué pasó después? – Preguntó entusiasmado. No me engañó cuando me dijo que lo quería saber todo.
- Nos besamos y nos volvimos a besar una y otra vez. Hubo un momento en que no me creí sus palabras, todo parecía demasiado perfecto pero, cuando vi sus ojos, percibí tanto amor y sinceridad, que me dieron toda la credibilidad que necesitaba para saber que todo lo que estaba sucediendo era cierto. – Lucas suspiró igual que yo. Con sólo recordar el momento, me salieron lágrimas, pero esta vez eran de felicidad.
- Me alegro que todo haya salido bien. – Dijo limpiándome las lágrimas.
- ¿Quieres saber más? – Le pregunté alzando las cejas.
- Por supuesto.
- Esta mañana he despertado en sus brazos.
- ¡Fuisteis a su casa para completar todo el amor, eh! – Dijo guiñándome un ojo.
- ¡No! –Me sonrojé sólo con la idea- Me dormí no sé en qué momento y me llevó a casa.
- ¿Habéis dormido juntos en casa de tus padres?
- Sí, hasta esta mañana yo no he sido consciente de que habíamos dormido juntos. A mí padre no le ha hecho mucha gracia esto.
- ¿Celos paternales?
- No lo sé, no he podido hablar con él. – Las manos comenzaron a sudarme al pensar que esta noche tendríamos la gran charla.
Seguimos trabajando en las tareas atrasadas, Lucas se llevó unos informes a su despacho para pasarlos a limpio. Yo aproveché para enviar un mensaje a mis amigas informándoles de las noticias: Asunto: Noticias frescas Buenos y lindos días. He vuelto. No tengo tiempo para contaros ahora, tengo un montón de trabajo. Mejor os lo digo en vivo y directo. Esta noche miro el correo para saber cómo hemos quedado. BeSoS No tardé en recibir un mensaje de Raquel diciendo que ella se ocupaba de llamar a Nury y Laura para quedar cuando antes y celebrar las buenas noticias. Según se iba acercando la hora de plegar, los minutos pasaban más despacio, aunque estaba distraída con todo el papeleo, las ansias de ver de nuevo a Jacob me comían por dentro. Por fin llegó la hora de salir; recogí el bolso, la chaqueta y salí disparada a pasar la tarjeta de fichar por el sensor. Fui al despacho de Lucas a despedirme.
- Gracias por ayudarme Lucas, me voy, que pases buen fin de semana.
- ¿Dónde vas con tantas prisas?
- Me está esperando para ir a comer. –Con todo el trabajo no había pensado en ningún restaurante.
- ¿Está ahí fuera esperándote? – Dijo levantándose de la silla.
- Si, ¿quieres que te lo presente? – Por su actitud estaba deseando que le dijera esto.
- Bueno, si insistes, iré a conocer a ese bombón de chocolate.
Salimos a la calle, Jacob estaba esperándome fuera, tan guapo como siempre; sonrisa radiante, vestido con tejanos anchos oscuros y camiseta negra donde se marcaba su pecho musculado. Dejé a Lucas detrás y salí corriendo a besar sus labios carnosos que tanto deseaba. Jacob se me adelantó a las presentaciones.
- Hola, soy Jackson, tú debes de ser Lucas, encantado. –Dijo estrechándole la mano.
- Encantado de conocer en persona al hombre del que no para de hablar Lluna.
- ¡Porque tú no paras de preguntar!– Le dije a Lucas haciéndole morritos.
- No te la creas, cada dos por tres entra en el despacho “que sí Jackson por aquí, Jackson por allá”- Los tres comenzamos a reírnos, como siempre, la de Jacob era la que más se escuchaba.
– Bueno, pareja, tengo que seguir trabajando, no tengo la suerte de plegar al mediodía como otras, que paséis buen fin de semana. Jackson, cuida a Lluna.
- Siempre. – Le contestó Jacob dándome un beso lleno de cariño.
Jacob me dio la mano y fuimos al coche. Antes de entrar, me giré a despedir a Lucas que seguía embobado mirando a Jacob, le hice signos para que se limpiara la baba, él me sacó la lengua y, riendo, entró a la oficina.
- ¿Qué tal ha ido el día? – Me preguntó poniendo el coche en marcha.
- Agotador, pero gracias a Lucas que me ha ayudado, he podido ponerme al día. No he tenido tiempo de pensar en algún restaurante para ir a comer.
- No te preocupes, ya he reservado sitio. – Dijo lanzándome una sonrisa. - Genial, porque tengo mucha hambre. ¿Qué tal tu día?
- Hemos estado organizando el plan. Después de comer, iremos a casa de los Cullen para que sepas cómo va ir todo. – Me respondió, borrando de su rostro cualquier signo de alegría.
Yo no quería que él se sintiera así, temía que volviera a recapacitar sobre los peligros de nuestra relación y se fuera de nuevo. Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo al recordar cómo me sentí cuando Jacob se fue. Subí el volumen de la radio para que la música hiciera olvidar todos esos pensamientos. Enseguida, me di cuenta que el CD qué estaba sonando era el que le grabé. Me alegré por que le hubiera gustado mi regalo.
- ¿Has escuchado todas las canciones?
- No he tenido tiempo, pero esta mañana lo he escuchado mientras te esperaba. ¡Algunas me las conozco!
- En este CD hay grandes éxitos de la música, en algún momento u otro las hemos escuchado.
Seguimos hablando de música un largo rato. Cuando Jacob no sabía de qué canción le estaba hablando buscaba el número de la pista para que la escuchara. Las canciones que no estaban en el CD se las tarareaba, me dijo que cantaba muy bien. Dejé atrás mi repertorio musical cuando me di cuenta que Jacob giraba el coche por el camino sin asfaltar que llevaba a la casa de los Cullen.
- ¿No dijiste que habías reservado mesa en un restaurante?
- Te dije sitio, yo no hablé en ningún momento de restaurante ni mesa. – Me la estaba pagando con la misma moneda, por lo de ayer en el mirador.
- Pero por aquí no se va a casa de los Cullen, ¿dónde vamos? – Íbamos por un camino que no conocía.
- Pronto lo sabrás, deja que la intriga recorra tus venas. – Dijo dando una carcajada.
Aparcó en un pequeño descampado pegado al camino, salimos fuera. Sacó del maletero una mochila y me entregó unas deportivas y una chaqueta negra de plumón muy calentita.
- Póntelas, si quieres que vayamos a comer, tendremos que andar un poco.
Me quité los botines y me puse las deportivas y la chaqueta. Cuando terminé, Jacob cerró el coche, se puso la mochila, me dio la mano y comenzamos adentrarnos en el bosque. El día estaba gris, pero no se percibía mucha humedad en el aire, con lo cual no había signos de que fuera a llover y estropearnos el paseo. Llegamos a un punto donde los matorrales se hacían más espesos, haciéndonos difícil el paso y la visibilidad. Paramos cerca de donde se juntaban las faldas de dos montañas y hacían una especie de cueva natural.
- ¿Ya hemos llegado?- Le pregunté. La intriga me estaba corroyendo por dentro.
- Todavía no. Quiero que conozcas lo que soy, si sientes miedo sólo tienes que decírmelo. – Me dijo mirándome a los ojos, dejándome hipnotizada.
Me dio un beso y se adentró en la oscura cueva, dejándome sola en medio del bosque. Me senté en un tronco que estaba caído, esperando a que regresara. Sentía las piernas cansadas de la caminata y el duro día de trabajo de hoy.
- ¡Lluna, coge la mochila y póntela! – Me gritó Jacob desde la oscuridad, tirándome la mochila dónde yo estaba.
Me levanté del tronco e hice lo que me dijo. Fue entonces cuando comprendí sus palabras, Jacob iba a transformarse, iba a conocer al lobo que era. Miré hacia la cueva y vi salir un lobo gigante andando hacia mí con paso cauteloso. Mi corazón comenzó a latir fuertemente, sentí un miedo atroz, aquella imagen me recordó tanto al miedo de mi niñez. Retrocedí varios pasos por el temor que sentí. El gran lobo, al ver mi actitud, agachó las orejas y la cabeza, casi rozando con el hocico el suelo.
No era un lobo gigante cualquiera, era Jacob y había herido sus sentimientos al sentir desconfianza hacia él. Comenzó a recular, no quería que se fuera, pero todavía no me sentía con el valor suficiente para acercarme.
- Jacob, espera, no te vayas. – No sé cómo fui capaz de articular tantas palabras, sentía un pánico colosal que no me dejaba pensar ni hablar con claridad.
El gran lobo se estiró en el suelo y me miró por encima de sus largas pestañas. Cuando mis ojos se acostumbraron a la vista que tenía metros adelante, comencé acercarme. Con cada metro que avanzaba me paraba para tranquilizarme y meter en mi mente que aquel lobo gigantesco era Jacob y no tenía porqué sentir miedo. Cuando quedé delante, Jacob me miró y poco a poco comenzó a ponerse en pie sobre sus cuatro pezuñas. Se irguió y paró de respirar, todo lo contario a mi respiración que estaba desbocada. Cuando notó que mi pulso comenzaba a tranquilizarse comenzó a respirar muy poco a poco. Agachó su cabeza a la altura de mis brazos, quería que le acariciara. Levanté mis manos temblorosas y con precaución las hundí en su suave y sedoso pelaje rojizo, Jacob cerró los ojos de placer. Al sentirme totalmente segura de que no tenía de por qué tener miedo, comencé a pasar mi mano por toda su cabeza, rascándole detrás de las orejas, pasando la mano por su largo cuello. Me separé un paso de él para mirarle directamente a sus preciosos ojos marrones oscuros.
- Pensé que iba a ser más difícil. – Le dije con una sonrisa.
Jacob alargó su morro y rozó con el hocico mi cara, me acerqué a él y le abracé por el cuello, él dejó la cabeza apoyada en mi espalda. Cogí su pata y la enredé en mi cuerpo, quería que sintiera que estaba totalmente segura a su lado y que no sentía nada de miedo, Jacob suspiró y comenzó a rozar su hocico en mi espalda. Estuvimos un largo rato abrazados, sintiendo nuestros cuerpos y acostumbrándome al tacto de su precioso pelaje. Jacob, levantó la cabeza y dejó caer la pata que estaba en mi cuerpo al suelo, retrocedió un paso, con una mirada divertida se agachó y me hizo signos con la cabeza para que me subiera en su lomo.
- ¿Quieres que me suba? – me respondió que sí con un suave aullido.
Me subí en su lomo, me sujeté fuerte y comenzó andar. Parecía que iba subida en un gran caballo, pero con una pequeña diferencia, iba subida en la espalda de un lobo que en realidad era Jacob, ¿difícil de creer, verdad?
En estas últimas semanas todo lo que me había ocurrido era difícil de creer. Personajes de ficción habían aparecido en mi vida, un gran lobo me había enamorado hasta límites imposibles de imaginar y, cuando pensé que me había abandonado dejándome el corazón roto en mil pedazos, regresó para siempre, enamorándome aún más. Mi vida se había convertido en un precioso sueño, dónde parecía que todo se podía hacer realidad. Incliné mi cuerpo a la cabeza de Jacob, quería contarle cómo me sentía. - ¿Has visto la película El Mago de Oz? – Me respondió que sí con la cabeza – Pues ahora mismo me siento Dorothy que acaba de atravesar el arco iris y aparece en el país de los sueños, dónde todo puede hacerse realidad.
Encontré la metáfora perfecta para explicarle mis sentimientos. Acerqué mis labios a su oreja y canté la banda sonora de la película, no creo que le molestara, antes me dijo que le gustaba como lo hacía.
Aunque los lobos no entraran dentro de la familia de los felinos, por su pecho comenzaron a salir una especie de ronroneos, como pequeños gruñidos pero muy suaves, que me llenaron de satisfacción por lograr que se sintiera feliz y relajado. Yo me sentía igual por haber superado del todo mi miedo; si no me asustaba de un lobo enorme, dudaba que me asustara un perro, ya no me tendría que cambiar de acera cuando viera alguno acercarse. El paisaje era hermoso; todo rodeado de árboles grandes y pequeños, arbustos verdes, rocas bañadas en musgo, montañas por donde surgían pequeñas cascadas y se convertían en charcos y algunas en riachuelos que desaparecían en las grietas de la tierra. El paseo estaba siendo muy agradable, pero estaba intrigada, no tenía ni idea donde íbamos, aparte, estaba hambrienta y, cuando esto ocurre, me pongo un poco irritante.
- ¿Queda mucho rato para llegar? – No me contestó, eso quería decir que sí. – Tengo mucha hambre, la próxima vez me encargo yo de reservar “sitio”. Cada minuto que pasaba parecía que íbamos más lentos, si quedaba mucho, a este paso llegaríamos a la hora de la cena.
- Si fueras un poco más rápido, llegaríamos antes. – Le dije un poco molesta por su lentitud. Se negó por completo con un gruñido.
Estaba segurísima que no corría para que no me cayera y me hiciera daño. No sabía muchas cosas de Jacob pero, por lo poco que lo conocía, sabía que era un apasionado de la velocidad y de los retos.
- ¿Sabes?, siempre he pensado que los lobos eran mejores que los vampiros, más fuertes, mágicos, veloces… Ahora veo que me equivoco, el otro día fue más divertido con Edward cuando me llevó por el bosque.
Jacob comenzó a dar gruñidos. Le había dado en su punto débil; su afán de competir y ganar. Si en un simple videojuego lo daba todo por ser el vencedor, en una situación así sabía que iba a reaccionar igual.
- ¡Vamos, Jacob, no me voy a caer! – Me sujeté fuerte con las manos en su pelaje e hice presión con las piernas en sus costillas.
Jacob aulló, retumbando el sonido en las montañas, hizo un sonido lo más parecido a una risa y comenzó a correr. Me tumbé en su lomo para que las ramas de los árboles no me dieran en la cara cuando los pasábamos rozando. Me confundía cuando pensaba que mi vida se había convertido en un sueño, también tenía partes de películas, si antes me recordó al Mago de Oz, ahora me sentía Bástian en la Historia Interminable. Jacob aulló.
- No tengo ni idea de lo que me acabas de preguntar, pero voy bien, si quieres puedes ir más deprisa.
Jacob hundió sus patas traseras en el suelo y comenzó a dar zancadas a gran velocidad. El bosque se convirtió en una gran masa de color verde, no podía distinguir nada, no sabía si lo que acabamos de pasar era un árbol, un arbusto o un extraterrestre verde saludándonos. No tenía ni idea por dónde íbamos, esperaba que Jacob sí lo supiera y, lo más importante, viera lo que había delante de nosotros y no nos estrelláramos contra la vegetación. En ningún momento sentí miedo ni mareos, me encontraba totalmente a gusto, feliz y segura con Jacob.
Comenzó a disminuir la velocidad progresivamente, convirtiéndose de nuevo en un paseo. Erguí la espalda para ver mejor ahora que podía identificar las cosas que había a nuestro alrededor. El bosque ya no era tan espeso y dejaba entrar la claridad del día. Jacob se paró y se agachó para que bajara, cuando lo hice estiré las piernas que las tenía engarrotadas de hacer tanta fuerza. Con el hocico me dio un toquecito en la mochila, quería que se la diera; la dejé en el suelo y me alejé para darle intimidad para que se vistiera.
Vislumbré que detrás del bosque donde estábamos ahora había una colina, me acerqué allí, apartando las ramas de los árboles que me molestaban en el avance. Decir que era precioso era quedarse corto, espectacular, el jardín del Edén le tendría envidia a éste lugar. La colina estaba cubierta de hierba fresca, dejando en el aire un olor lleno de pureza. - ¿Te gusta?- Me preguntó Jacob que acababa de salir del bosque, ya trasformado de nuevo en su cuerpo humano.
- Es espectacular, ¿cómo encontraste este lugar?
- Fue por casualidad, al poco tiempo de llegar aquí, dando un paseo de reconocimiento.
- ¿Paseo?, dirás excursión, hemos tardado horas en llegar aquí. – Le contesté.
- Pero ya verás cómo ha valido la pena toda la espera. – Dijo cogiéndome la mano, obligándome a caminar. - ¿Qué te ha parecido el medio de trasporte?- Me preguntó entusiasmado
- Fantástico, mucho mejor que las frías espaldas de un vampiro. – Su pecho se infló de orgullo. Seguimos ascendiendo la colina, antes de llegar a la cima Jacob me tapó los ojos, se paró y quitó sus manos dejándome ver un paisaje hermoso. Estábamos en las orillas de un lago de aguas cristalinas, rodeado de montañas verdes llenas de vida.
- Ayer me enseñaste tu lugar especial, te quería enseñar el mío, bueno, el nuestro.
- ¿Nuestro?
- Sí, creo que he sido el primero en descubrir este lugar, no sale en ningún mapa. He pensado en ponerle tu nombre.
- No es justo, has dicho que es de los dos, tendrían que estar presentes ambos nombres.
- Lago de Lluna y Jacob. – Nos miramos. – No, no queda bien – Dijimos los dos.
Bordeamos el lago, retirados de la orilla que estaba embarrada.
Comencé hacer juegos con nuestros nombres para poner uno de original a este lugar; traduje mi nombre al castellano y su apellido, pero Luna negra sonaba a película de terror, todo lo contrarío de este lago.
- Si juntamos la Luna y la oscuridad que es la fusión de mi nombre y tu apellido, hacen la noche; Lago de noche.
- ¿Lago de noche?, ¿qué te parece La laguna nocturna?
- Creo que es un nombre lleno de magia y misterio. Adjudicado, a partir de hoy, este lugar será conocido como La laguna nocturna. Seguimos andando y riendo, la cara me dolía de tanto reír. Detrás de unas rocas vi que había estirada en el suelo una manta y encima una cesta, esperaba que contuviera comida.
- ¿Tienes hambre? – Me preguntó.
- Hambre no, lo que tengo ahora mismo es necesidad. Espero que dentro de la cesta haya comida sino creo que empezaré a comerte en cualquier instante. – Jacob se sonrojó.
Me senté en la manta. Jacob comenzó a sacar de la cesta sándwiches, fruta y bebida. Me dio a elegir entre atún o pavo, cogí los dos. Comenzamos a comer, bueno, a engullir, yo casi no masticaba la comida.
- ¿Te gustan? Los he preparado yo.
- Riquísimos, aunque sigo pensando en comerte a ti. – Le dije limpiándole con el dedo la mahonesa que tenía en la comisura de los labios, me metí el dedo en la boca y lo saboreé con sensualidad. Jacob se sonrojó aún más que antes.
De postre, tomamos un racimo entero de uvas. Después de comer nos estiramos, Jacob sacó una pequeña manta de la mochila y nos tapó a los dos. Como ya era costumbre, y casi una obligación que me pedía el cuerpo, dejé la cabeza apoyada en el pecho de Jacob, escuchando los latidos de su corazón. No tardamos en comenzar con la sesión de besos y caricias. Sólo parábamos para coger aire y darnos miradas llenas de ternura.
- ¿Cómo lo haces? – Me preguntó con una sonrisa.
- ¿El qué?
- Que me olvide de todo. Haces que me olvide de todos los problemas. –Me respondió poniéndose en pie.
- Pero eso es bueno, ¿no?
- A medias, nuestra relación va estar llena de problemas que por tu seguridad no me los debo quitar de la cabeza. Tenemos que ir a casa para que te expliquen cómo va ir el plan. –Dijo tendiéndome la mano y ayudándome a poner en pie. Comencé a recoger la manta.
- No recojas nada, ya vendré luego y lo haré yo.
- Entre ida y vuelta, tardarás un montón de tiempo.
- Lluna, en media hora habré venido, recogido y vuelto a casa. – Me contestó alardeando de sus habilidades.
- ¿Así que no hemos venido a máxima velocidad?
- Ni por asomo, ¿estás preparada para el viaje de regreso?
- Preparada. Jacob se metió detrás de unos matorrales, me tiró la mochila con sus ropas, me la puse en la espalda y salió convertido. A primeras me impresiono verlo en su forma lobuna, pero cuando vi sus ojos y reconocí esa mirada, de nuevo, me sentí segura. Se agachó, me subí a su lomo, me sujeté fuerte y comenzó a caminar, primero despacio y después a gran velocidad como antes.
EN EL PROXIMO CAPITULO DE LAGUNA NOCTURNA .........
jueves, 31 de marzo de 2011
18. Despedidas
Muy buenas a todo el mundo, en las votaciones (que no han sido muchas :( ) la opción ganadora ha sido la B. Mañana Viernes la publicaré, aunque no se ha qué hora porque esta noche salgo de fiesta y mañana creo que tendré una gran, grandísima resaca. Como la opción A ya la tenía hecha la he colgado, ya que había hecho el trabajo... Al final de este capítulo está el avance del próximo. Saludos y nos leemos mañana con resacón incluido.
EN EL PRÓXIMO CAPÍTULO DE LAGUNA NOCTURNA………………. Me quité los botines y me puse las deportivas y la chaqueta. Cuando terminé, Jacob cerró el coche, se puso la mochila, me dio la mano y comenzamos adentrarnos en el bosque. El día estaba gris, pero no se percibía mucha humedad en el aire, con lo cual no había signos de que fuera a llover y estropearnos el paseo. Llegamos a un punto donde los matorrales se hacían más espesos, haciéndonos difícil el paso y la visibilidad. Paramos cerca de donde se juntaban las faldas de dos montañas y hacían una especie de cueva natural. - ¿Ya hemos llegado?- Le pregunté. La intriga me estaba corroyendo por dentro. - Todavía no. Quiero que conozcas lo que soy, si sientes miedo sólo tienes que decírmelo. – Me dijo mirándome a los ojos, dejándome hipnotizada. Me dio un beso y se adentró en la oscura cueva, dejándome sola en medio del bosque. Me senté en un tronco que estaba caído, esperando a que regresara. Sentía las piernas cansadas de la caminata y el duro día de trabajo de hoy. - ¡Lluna, coge la mochila y póntela! – Me gritó Jacob desde la oscuridad, tirándome la mochila dónde yo estaba. Me levanté del tronco e hice lo que me dijo. Fue entonces cuando comprendí sus palabras, Jacob iba a transformarse, iba a conocer al lobo que era.
Desperté desorientada. Estaba tumbada en una cama. Mi pecho subía y bajaba frenéticamente a causa de mi acelerada respiración. Cuando la vista se acostumbró a la luz artificial que daba una lámpara, supe dónde me encontraba. Estaba en una habitación que conocía bien; hace tan sólo unos días pasé unos momentos allí pero podía reconocer esa estancia aunque pasaran mil años. Aquí, en esta cama, fue dónde besé apasionadamente a Jacob. Estaba en su cuarto. Desesperada, comencé a buscar con las manos a Jacob; intenté incorporarme pero no pude, mi cuerpo estaba muy debilitado. Seguí palpando la cama en busca de Jacob, sentí un pinchado mi muñeca y, a continuación, unas manos heladas cogiéndome el brazo, impidiéndome movimiento alguno. Giré la cabeza hacia el brazo inmovilizado, una mano pálida me frenaba. Mi cuerpo rechazaba ese contacto gélido, necesitaba calor, estaba congelada.
- Tranquila, Lluna, te has desmayado por una hipotermia. No te muevas o harás que se te salga la sonda del goteo. – Reconocí que la suave voz que intentaba tranquilizar era de Carlisle.
Poco me importaba que me hubiera pasado, me era bien igual el porqué tenía puesto un goteo. Sólo quería saber una cosa, dónde estaba Jacob. No me había dado oportunidad de hablar con él, no quiso escucharme. Si sólo le importaba como una imprimación más, no me importaba, lucharía, no pararía hasta conseguir que él me viera como algo más, hasta que se enamorara de mi, tanto como yo lo estaba de él.
Saqué las fuerzas que no tenía y me incorporé en la cama, comencé a gritar su nombre; esa era mi intención, pero sólo salieron lamentos con su nombre, la voz se me quebraba, me faltaba aire. Mis sollozos desesperados fueron escuchados por el aludido y, abriendo la puerta exaltado entró en la habitación. Con paso cauteloso se acercó, Carlisle se hizo a un lado. Jacob, tembloroso, se sentó en el borde de la cama y comenzó acariciarme el rostro. Sus caricias era todo lo que necesitaba, su calor hizo revivir mi cuerpo. Con la mano que tenía libre de agujas toqué su cara, limpiando las lágrimas que tenía.
- ¿Cómo está, Carlisle? – Le preguntó Jacob sin separar su mirada entristecida de la mía.
- Ahora iba hacerle una exploración, pero creo que no corre peligro alguno. Necesito que se siente.
Jacob me ayudó a incorporarme y sentarme al filo de la cama. Vi que me habían cambiado las ropas empapadas por un pijama. Carlisle comenzó hacerme el chequeo. Me estudió profundamente tomándome la tensión, azúcar, reflejos, temperatura, respiración… Cuando terminó de examinarme, me tumbaron de nuevo en la cama, tapándome con una gruesa manta.
- Su temperatura corporal todavía está baja, pero va remontando. Necesita descansar. Lluna, ¿eres alérgica a algún medicamento? – Le respondí que no.- Entonces voy a ponerte unos calmantes para que te ayuden a relajarte.
Yo no quería dormir, si me dormía no tendría posibilidad de hablar con Jacob, se iría otra vez sin escucharme.
- No quiero calmantes. –Contesté con un hilo de voz.
- Lluna, ya has escuchado a Carlisle, necesitas dormir para recuperarte.
- No quiero dormir, no quiero que te vayas. – Dije con la voz rota.
Jacob comenzó hablar muy bajo, puse gran atención, pero no escuché nada, sólo escuchaba el aire que salía por su boca. Respiró profundamente.
- Mañana por la mañana seguiré aquí. –Dijo soltando el aire que había cogido. Beso mi mano confiándome que sus palabras eran ciertas.
En ese momento, Carlisle administró el medicamento en el bote de suero y se fue dejándonos solos. Hasta ese momento, no me di cuenta que mis dientes castañeaban de frío. Jacob comenzó a frotarme por los hombros con la intención que entrara antes en calor. Me destapó y se estiró a mi lado, con cuidado de no aplastar los tubos de la sonda y tapándonos de nuevo. Me acurruqué en su cuerpo cálido que tanto necesitaba. Cada vez me encontraba mejor, pero los ojos comenzaron a pesarme muchísimo, no quería dormirme, quería hablar con Jacob, hacerle entrar en razón. Aunque no tenía ni idea de lo que le iba a decir. Por mi cara comenzaron a caer lágrimas de impotencia.
- ¿Lluna, te duele algo? –Preguntó Jacob asustado, negué con la cabeza.- Mañana por la mañana seguiré aquí, aunque esto no ha cambiado nada. Mi decisión sigue siendo la misma.
- Pero, pero… - Le dije tartamudeando.
- Pero nada, todo sigue igual. Mañana, si te encuentras bien, te llevaré a trabajar; yo y todos los Cullen nos iremos. No sigas presionándome, por favor. – Dijo con la voz rota.
Todo seguía igual, Jacob se iría y nunca más lo volvería a ver. Esto sólo había sido un capricho que me había ofrecido el destino para poder pasar unas pocas horas más con él. Miré el reloj para saber cuánto tiempo nos quedaba para estar juntos, eran las 2 de la madrugada, mis padres deberían estar preocupados.
- Tengo que llamar a mis padres y decirles…
- No te preocupes, Edward les ha enviado un mensaje por ti diciendo que te quedabas aquí a dormir. – Me contestó acariciándome el pelo para tranquilizarme.
Dejé la cabeza apoyada en su pecho, escuchando los latidos fuertes de su corazón. Quería aprovechar las horas que nos quedaban para estar juntos, aunque no pudiera convencerlo, quería hablar con él, poder recordar mejor su voz en mi memoria para siempre. Los párpados me pesaban cada vez más; intenté hablarle pero no tenía fuerza ni para eso. Los medicamentos comenzaron hacer total efecto y, en contra de mi voluntad, me quedé dormida.
____________________ Desperté cuando la suave luz de un día nublado comenzaba a entrar por la ventana. No me hizo falta mirar si Jacob había cumplido la promesa de permanecer a mi lado, sentí el calor de su cuerpo debajo del mío. Intenté hacerme la dormida para alargar más el momento, pero los fuertes latidos de mi corazón me delataron.
- Es muy pronto todavía; si quieres, puedes seguir durmiendo. – Me dijo con voz suave.
- No quiero dormir más, sería tirar el poco tiempo que me queda a tu lado. – Jacob sopló.
- Voy a llamar a Carlisle para que examine como estás.
Fue a levantarse, pero me agarré a su cintura desesperada para que no se fuera de mi lado, tenía que aprovechar el poco tiempo que teníamos juntos.
- Voy avisar a Carlisle, ahora vengo. –Acarició mi cara.- Nos ha escuchado, ya sube él.
Carlisle entró en la habitación y comenzó hacerme un chequeo en profundidad como el de ayer. Jacob no se separó de mi lado en todo momento, tampoco lo dejé. El doctor me dijo que estaba 100% recuperada, no me creí eso, el dolor que sentía en el pecho me indicaba todo lo contrario.
- Lluna, si quieres, te podría facilitar un justificante para que te ausentaras hoy del trabajo. – Me dijo Carlisle.
- No, no hace falta. – Le contesté.- Sólo necesito una ducha para despejarme.
A los pocos segundos de decir esto, Alice entró en la habitación y me entregó unas toallas y un neceser con utensilios de higiene. Las ropas que llevaba ayer no me las podía poner, todavía estaban mojadas. Me dio a elegir entre un traje chaqueta oscuro o un conjunto casual compuesto por un tejano y un suéter. El traje era precioso pero no me apetecía nada llevar esas ropas; cogí las otras y fui a ducharme al cuarto de baño de Jacob, no sin antes asegurarme que él todavía estaría ahí cuando saliera. Me dijo que me duchara tranquila, me dio la palabra que me llevaría al trabajo.
Me quité el pijama y entré en la ducha, intenté ducharme lo más rápido posible, no quería perder el poco tiempo que tenía para estar con Jacob. Cuando salí de la ducha me vestí y me cepillé los dientes, vi que mi cara estaba espantosa, necesitaba poner grandes dosis de maquillaje, sino iba a asustar a cualquiera que se pusiera delante, pensaría que estaba viendo un muerto viviente. Salí del baño y le pregunté a Alice, que todavía estaba en la habitación con Jacob, si me podía prestar un poco de maquillaje.
- Rosalie tiene un montón de cosméticos en su cuarto. Vamos a preguntarle si te puede dejar algunos. – Me contestó Alice.
Yo no quería estar más tiempo separada de Jacob, estaba tirando los minutos a la basura. Me dijo que él también tenía que ducharse; lo vi muy decaído, sus ojeras eran tan pronunciadas como las mías. Seguramente no durmió en toda la noche, alarmado por mi estado de salud. Cuando Jacob se metió en el cuarto de baño, Alice me llevó hasta el dormitorio de Rosalie, ella estaba sentada en un taburete cepillándose el pelo delante de un gran tocador, como el de las estrellas de Hollywood que tienen en sus camerinos. Alice fue a buscarme calzado y me dejó a solas con Rosalie. Ella se levantó del taburete y me dijo que me sentara en su lugar, hice lo que me dijo sin rechistar, Rosalie me parecía una persona muy intimidante. Cogió un peine de púas y comenzó a peinarme mientras ponía espuma en mis ondas, después, con el secador y el difusor, secó mi pelo.
- Bien, ya he terminado con tu pelo. ¿Cómo te quieres maquillar? – Me preguntó apagando el secador.
- No mucho, sólo quiero tapar un poco las ojeras. – Le dije.
- Va a ser un milagro si lo consigo.- Dijo mientras cogía maquillaje y lo aplicaba en una esponja.
Cerré los ojos y comenzó a maquillarme. Sus manos iban muy rápidas, haciendo incisión en la zona de las ojeras.
- Lluna, siento que las cosas hayan terminado así. En un principio no me hizo gracia la idea que vinieras a esta casa pero, luego, con tu presencia, llenaste este hogar de alegría. Hacía mucho tiempo que no veía a Emmet tan feliz y chistoso. No sé que prefiero: la idea de ser destruida por los Vulturis o vivir en una casa llena de vampiros depresivos y un licántropo arrastrándose por los suelos.
- Me gustaría que hubiera una solución diferente, pero no la hay. – Le contesté entristecida.
Nos quedamos un largo rato en silencio, Rosalie comenzó a pintarme los parpados y después los labios.
- Bueno, he obrado el milagro. – Abrí los ojos y me miré en el espejo del tocador, no tenía rastro de ojeras por ningún lado, el maquillaje lo había esparcido tan bien que parecía que no llevara nada puesto.
– Gracias, Rosalie, por todo.
Alice entró en el cuarto y, de nuevo, me dio a elegir entre varios tipos de calzados, escogí las deportivas. No le gustó mucho mi decisión, pero no me presiono para que me pusiera otra cosa. Alice, después de acompañarme hasta la entrada de la cocina, que era donde me esperaba Jacob, se fue. Cuando entré en la estancia, vi a un Jacob totalmente derrumbado por la tristeza, estaba apoyado en la encimera de la cocina, sujetándose con las manos la cara, tapando sus ojos. Cuando escuchó que entraba, intentó recomponerse y, aunque intentó fingir mostrándome una cara inexpresiva, no lo consiguió, en sus ojos se podía ver toda la tristeza que sentía. Me invitó a sentarme en la mesa donde estaba preparado el desayuno, el simple olor de las tostadas hizo que mi estomago se revolviera, tragué saliva.
Jacob se sentó enfrente, tenía la mirada perdida, miré hacia dónde observaba él, estudiaba atentamente como pasaban las horas del reloj, contaba mentalmente, como yo, los minutos que nos quedaban por estar juntos. Notó que le vigilaba y agachó la cabeza, mirando la comida que había en la mesa.
- ¿No vas a comer nada? – Me preguntó con la voz apagada.
- No.
- Tienes que comer, Lluna, sino caerás enferma de nuevo.
- ¿Y tú no comes nada?
Jacob resopló, cogió dos tostadas y las untó con mermelada.
- Yo como, si tú comes. – Me dijo entregándome una tostada.
El suave roce que tuve de su mano cuando cogí la rebanada de pan hizo que mi mano prendiera de calor, tenía tanto frío que su piel cálida ardía en mi cuerpo helado.
Comencé a comer muy despacio, masticaba la comida hasta que se convertía en puré dentro de mi boca. Cada vez que tragaba, la comida caía en mi estomago como si fuera ácido. Bebí un vaso bien grande de zumo de naranja recién exprimido con tal de calmar el ardor del estomago. Jacob, al contrario que yo, cogió la tostada y en dos grandes bocados se la comió.
Hoy sería la última vez que estaría en esta casa, sería la última vez que vería a la familia Cullen, la última hora que pasaría con Jacob. Nunca más volvería a verlos. Nunca. Quería llevarme un recuerdo agradable en mi memoria de ellos. Cuando terminé de desayunar, Jacob se levantó y comenzó a recoger la mesa. Si quería despedirme de los Cullen y disfrutar de los últimos minutos con la compañía de Jacob, debía darme prisa.
- Jacob, antes de irnos me gustaría despedirme de todos. – Le dije con un nudo en la garganta.
- Sí, a ellos también les gustaría poderse despedir de ti. Vamos, te acompaño.
Jacob salió de la cocina, yo le seguí. Mi cuerpo me pedía, rogaba y suplicaba que le cogiera de la mano, pero denegué ese pensamiento, eso sólo empeoraría las cosas, debía de acostúmbrame a nuestro alejamiento. Ahora sólo nos separaban unos pocos centímetros pero, dentro de unos minutos, nos separarían kilómetros y, posiblemente, dentro de unos días, océanos.
Llegamos al despacho de Carlisle, Jacob picó a la puerta y entramos. El otro día, cuando vine de visita, no lo vi. Era un despacho enorme, muy bien iluminado, lleno de estanterías casi vacías y una gran mesa de escritorio. A un lado había un sofá de piel negro con cajas amontonadas. Carlisle y Esme estaban empaquetando una montaña de libros en cajas de cartón, preparando la mudanza. Mis ojos vieron la realidad, los Cullen se iban, quedé paralizada, el corazón comenzó a latirme muy fuerte.
- ¿Va todo bien, Jacob? – Le preguntó Carlisle.
- Lluna viene a despedirse.
Esme se acercó a mí y me dio un abrazo. Puede ser que su cuerpo estuviera duro y frío como el hielo pero, su abrazo, me trasmitió una ternura enorme, envolviéndome de un amor acogedor y afectuoso. Esme, cuando comenzó a sollozar en mi hombro, se apartó dándome la espalda, con sus manos abrazó su propio cuerpo. Carlisle se acercó a su mujer y le dijo unas palabras al oído, acompañadas de un beso de amor. Sentí envidia de ellos, de cómo se apoyaban el uno al otro, en los buenos y en los malos momentos. Carlisle dejó a Esme sentada en uno de los butacones que había delante del escritorio y vino a mi lado.
- Lluna, ¿estás segura que quieres y puedes ir a trabajar?- Le contesté que sí. No tenía ninguna ganas de ir, ni tenía fuerzas para afrontar la realidad, pero así iban a ser las cosas a partir de ahora, debía de comenzar lo antes posible.- Entonces, Lluna, te deseo todo lo mejor. –Dijo dándome un compasivo abrazo.
Salí llorando del despacho, cogí una bocanada bien grande de aire antes de ir al comedor que era donde me esperaba el resto de la familia.
Al principio me sentí un poco cohibida, no sabía cómo despedirme de ellos; un hasta nunca, un apretón de manos, un abrazo… pensé que mi contacto y olor les podía resultar molesto, no quería que se sintieran incómodos. Esa sensación pronto desapareció cuando Bella se lanzó a mis brazos, nos dimos un fuerte abrazo; entre llantos, le dije que cuidara de Jacob y me lo prometió. Después, me despedí de igual forma con todos los demás. Con quien peor pasé la despedida fue con Emmet; el otro día, cuando lo conocí, me pareció un hombre alegre, festivo, chistoso… hoy sólo era un hombre entristecido. Entendí lo que me comentó Rosalie. Les dije adiós a todos de nuevo antes de salir por la puerta, sintiendo un gran dolor y vacío en mi corazón.
Jacob no dijo nada en toda la despedida, tenía el mismo semblante inexpresivo. Nos metimos en silencio en el coche, ninguno de los dos hablaba, mi llanto fue el único causante de romper el silencio. Conducía por el camino que llevaba a la carretera, no corría mucho pero el simple traqueteo que daba el coche al coger los pequeños baches hacía que mi estomago se revolviera. Intenté aguantar el vomito pero no pude; lo único que me dio tiempo fue a decirle que frenara y abrir la puerta para no ensuciar la tapicería. Dentro de mi estomago no había mucha cosa, pero las arcadas no remitían. Jacob, sobresaltado, salió del coche, yo también salí, necesitaba aire fresco. Dejé apoyado todo mi peso en el tronco de un árbol, cogiendo aire despacio y esperando que se pasaran las arcadas. Jacob, con sus manos temblorosas, ayudó a que me sentara en el suelo.
- Voy avisar a Carlisle, ahora vengo. – Dijo cogiéndome la cara con sus grandes manos. De un manotazo me las quité de encima, aunque deseaba su contacto más que otra cosa en el mundo, no podía permitirme esa clase de roces. Él pronto se iría, me dejaría sola con todo este dolor. Si estando a mi lado, ya me dolía la idea de que se fuera, no quería ni pensar lo que sería estar lejos de él. Debía de acostumbrarme ya a su distanciamiento; cuanto antes, mejor.
- ¡No hace falta que llames a nadie! –Le dije sacando las fuerzas inexistentes y poniéndome en pie- Estoy bien, vámonos. Me metí en el coche dando un portazo; Jacob, después de coger un tronco y estrellarlo en el suelo haciéndolo mil trozos, entró en el coche. Llegamos a la carretera, pocos kilómetros después, le dije que parara en la próxima gasolinera, quería comprar agua y chicles de menta para quitarme el sabor amargo de la boca.
Cuando entré de nuevo en el coche, mi móvil comenzó a sonar, era mi padre, le colgué y le escribí un mensaje: Aunque lo he intentado, no encontré la felicidad. No me apetece hablar ahora, nos vemos esta noche. Besos, Lluna. Si algo me gustaba de mis padres era que me respetaban. Aunque se preocupaban mucho, sabían que necesitaba tiempo para asimilar las cosas y, ellos, me dejaban ese espacio y me hacían saber que me apoyaban en todas mis decisiones. Aunque el cuentakilómetros no sobrepasaba de los 80 km/h parecía que íbamos al triple de velocidad, llegamos demasiado pronto al trabajo. Aparcó el coche en la acera de enfrente, no apagó el motor, eso quería decir que la despedida iba a ser corta. Quizás él no quería que fuera así, quizás yo tampoco; pero, por el bien de los dos, teníamos que hacerlo de esta forma, sería menos doloroso. Jacob dejó caer la cabeza en el respaldo y cerró los ojos. Apretaba fuertemente las manos en el volante del coche; cuando comenzaron a temblar, las escondió en su pecho cruzando los brazos. Por mis ojos no paraban de caer lágrimas silenciosas.
- Adiós, Lluna. – Dijo con gran dolor. Sus palabras se clavaron en mi corazón haciéndolo mil pedazos, creándome una tortura.
- Adiós, Jacob. – Sólo cuando salí del coche pude decir la palabra que verdaderamente quería nombrar. – Te quiero.
Crucé corriendo la calle, no veía por donde andaba, las lágrimas me nublaban la vista. Cuando llegué a la puerta de la oficina, me di cuenta de lo que acababa de hacer, el gran error que había cometido. El destino me había regalado la oportunidad de despedirme de Jacob como es debido, y yo, la estaba desaprovechando. Aunque nuestro amor era imposible, quería recordarlo como eso, como el gran amor de mi vida, algo bueno. Cuando giré, ya no estaba, se había ido, y para siempre. Comencé a hiperventilar, sintiendo una gran presión en el pecho. Puse mi mano en el corazón, apretando, con la intención que no callera al suelo en pedazos.
Lucas giró la esquina; en cuanto me vio, vino corriendo a socorrerme.
- ¿¡Lluna, qué te pasa!? – Dijo asustado.
- Llévame dentro.
Las arcadas volvieron a repetirse, por suerte, llegué a la taza del váter. Cuando terminé de devolver, Lucas me dio un trozo de papel para limpiarme la boca.
- ¿Quieres que llame a tus padres o a un médico?
- No hace falta. –Esto era lo que se había convertido mi vida, iba ser así siempre.
- ¿Necesitas algo?
- ¿Me puedes traer el neceser que tengo en el cajón? – El sabor amargo de la boca estaba produciéndome más arcadas, necesitaba lavarme los dientes.
Lucas no tardo en regresar con el neceser, me cepillé los dientes a conciencia.
- ¿Podrías hacerme un favor, Lucas?
- Lo que quieras.
- ¿Puedes esconderme de Mariano? No me apetece nada verlo hoy y tener que escuchar sus comentarios.
- Haré lo que pueda, espérame aquí.
Cuando Lucas salió, me senté en el banco de madera que había en el baño, enfrente estaba el espejo. El maquillaje que había puesto Rosalie había casi desaparecido, daba miedo mirarme la cara.
El dolor del pecho era insoportable, dudaba que fuera capaz de poder resistirlo por mucho más tiempo. Lucas llegó dándome buenas noticias, había inventado la escusa que le tenía que ayudar a organizar informes en su despacho, así pasaría todo el día fuera de la vista de Mariano.
Lucas salió primero del baño, me dio la señal que no había nadie y salí. Me cogió de la mano y me llevó hasta su despacho; no sé si esto lo hizo por mostrarme apoyo o porque no confiaba en que pudiera llegar sola, mis pasos no eran muy estables. Lucas cerró la puerta, fui a sentarme al butacón de enfrente del escritorio. Ahí fue donde dejé caer todas las lágrimas y el dolor. Lucas estuvo conmigo en todo momento, pasándome pañuelos y acariciándome los brazos. Cuando dejé de llorar; no porque no quisiera, sino porque me era imposible, Lucas me pregunto si quería hablar, le dije que no, prefería trabajar y ocupar mi mente con otras cosas. Me puse a guardar y clasificar una pila de informes que tenía amontonados en las estanterías. Aunque la tarea era entretenida, sólo ocupaba una parte de mi mente, la otra no paraba de pensar en Jacob y lo tonta que había sido al despedirme de esa forma.
Aunque me negué, Lucas pidió al restaurante que prepararan una sopa de arroz. Al medio día fue a buscarla, comimos en su despacho.
- ¿Hablaste con él, verdad? – Me preguntó Lucas cuando terminamos de comer.
- Más o menos. No quiso escucharme.
- Siento mucho que las cosas no funcionaran, pero lo intentaste, al menos no te quedará ese remordimiento por dentro. – Eso era cierto, sabía que por mi parte había hecho todo lo posible por mantenerlo a mi lado.
- ¿Sabes lo que más me duele?, que no me pude despedir de él como me hubiera gustado.
- ¿Por qué? – Preguntó desconcertado.
- Fui muy brusca, ahora sólo guardo de él un gran dolor, quisiera que no fuera así.
- Siempre podrás recordar los buenos momentos. – Eso era cierto, Jacob me había hecho sentir cosas inexplicables; querida, amada, enamorada, deseada… como nunca me había sentido con otros hombres. – Piensa eso, no vale la pena meter el dedo en la herida.
Cuando terminamos de comer, seguí haciendo las tareas. En un día normal habría terminado de clasificar informes a media mañana pero, hoy, dudaba que me diera tiempo a terminarlos.
A la hora de salir, esperamos a que se fuera primero Mariano y, cuando éste se marchó, nos fuimos nosotros. Lucas se fue despidiéndose con un fuerte abrazo, dándome apoyo. Le hubiera gustado quedarse más rato conmigo, pero había quedado con Álvaro y yo no quería estropear sus planes. Fui a buscar mi coche para irme a casa, ¡mierda!, me había traído Jacob, tendría que coger el bus. Fui a la parada que estaba cuatro calles más abajo y me senté a esperar en el banco, hasta dentro de una hora no volvía a pasar el siguiente; es lo malo de vivir a las afueras de la ciudad, no hay buena combinación de trasporte público. El cielo comenzó a abrirse, dejando pasar débiles rayos de sol, cegándome la vista que la tenía debilitada por las lágrimas; pero le iba bien a mi corazón, el calor ayudó aminorar el dolor, me recordaba al contacto cálido de Jacob. El ritmo cardiaco comenzó aumentar, parecía que se me iba a salir el corazón por la boca. Enseguida comprendí porqué mi cuerpo había reaccionado así, Jacob estacionó el coche delante de donde estaba sentada. Me hice ilusiones fácilmente, pensé que quizás había cambiado de idea pero, cuando vi su semblante serio, comprendí que todo seguía igual. Bajó del coche y yo fui a su lado, nos quedamos en silencio mirándonos, sus ojos estaban más tristes que esta mañana.
- ¿Cómo te encuentras?, ¿has vuelto a vomitar o marearte?
- No – Le dije para que no se preocupara. Negó con la cabeza, no me creyó.
- ¿Estás esperando a alguien?
- Estoy esperando el autobús para irme a casa.
- Ven, sube, te llevo a casa. No estás en condiciones para esperar aquí sola. Cuando subí al coche, me entregó una bolsa con la ropa que llevaba ayer; Alice las había secado y planchado. También me dijo que Alice me regalaba las que me había prestado hoy, así tendría un regalo para que me recordara a ella. Ahora era mi oportunidad para guardar un buen y agradable recuerdo de Jacob.
- ¿Podrías hacerme un favor? – No me contestó, seguramente pensaría que según cual fuera lo podría hacer o no. - Antes de entrar en mi pueblo hay un mirador, me gustaría que te pararas un momento allí.
Siguió sin contestarme, pero sabía que no le había parecido mala idea, si no fuera así me la habría negado ya. Quería llevar a Jacob a un lugar especial para mí, ahora sería un lugar especial para los dos, donde podría pensar en él y acordarme de los buenos momentos.
Llegamos al mirador, cogí el bolso y nos bajamos del coche, comencé a caminar.
- Lluna, el mirador está en la otra dirección.
- Te he dicho que te pararas en el mirador, no que fuéramos allí. – Se me escapó una sonrisa que hacía días que no aparecía por mi rostro; a él, también pero pronto la borró, demasiado pronto, aunque me dio tiempo de memorizarla.
Seguí andando, Jacob me siguió sin rechistar. Comenzamos a adentrarnos en el bosque, aunque no había sendero, me conocía bien el camino, era un sitio donde acostumbraba a ir en los días que hacía buen tiempo para pensar y, ahora, lo visitaría a menudo para pensar en Jacob. Las piedras estaban resbaladizas por las lluvias de ayer, mis pies patinaron en una de ellas; por suerte, Jacob me pudo sujetar gracias a sus rápidos reflejos. Nos quedamos mirando, el simple toque hizo que mi respiración y mi corazón se aceleraran. Él se quedó mirando su mano, que estaba en mi brazo.
- Te puedes caer, dame la mano. – Me dijo molesto.
Entrelacé mi mano con la suya sin rechistar y continuamos andando. Esta mañana eliminé de mi mente y rechacé cualquier contacto, fui una estúpida. Este sería otro precioso momento que recordaría siempre.
Llegamos al destino, era una pequeñísima pradera de pastos verdes al borde de un acantilado. Las vistas eran magníficas; te hacían sentir insignificante, igual que los grandes problemas. Se podía ver todo el valle, las praderas, bosques, la ciudad y, si el día estaba claro, hasta se podía ver el mar. Por eso me gustaba ir, era un lugar donde te hacía ver las cosas desde otro punto de vista. Saqué del escondite privado que había en medio de dos rocas la esterilla que traje hace ya varios años, un día me cansé de llevarla siempre arriba y abajo y la escondí aquí. No pasaba mucha gente o, más bien, nadie para que la pudieran robar. La extendí en el suelo.
- ¿Qué hacemos aquí, Lluna?
- Esta mañana no me gustó cómo nos despedimos. Ya que nunca más nos vamos a volver a ver, me gustaría guardar un buen recuerdo de ti. – más lágrimas comenzaron a bañarme el rostro, Jacob dejó de respirar, intentó hablar, pero no pudo – Sólo quedémonos en silencio, sólo quiero eso, nada más, hasta que anochezca, por favor.
Me cogió la mano y nos sentamos en la esterilla, mi cuerpo comenzó a inclinarse al suyo; cuando quise darme cuenta, ya tenía la cabeza apoyada en su hombro. Jacob dejó caer su cabeza en la mía, pasó su mano temblorosa por detrás de mi espalda y me cogió por la cintura, acercándome más a su cuerpo. Sentí como sus lágrimas se unían a las mías. No quería que se sintiera triste, también quería que él guardara un bonito recuerdo.
- Ahora viene la parte más bonita, cuando el sol comienza a esconderse. Si tenemos suerte podremos ver los rayos de sol iluminando el mar. – No quería que llegará el momento, significaba que comenzaba a anochecer, pero sería una preciosa imagen para memorizar.
- Este lugar hace que te sientas insignificante en el mundo.
- Por eso me gusta venir aquí, hace ver las cosas más fáciles.
- ¿Incluso parar el tiempo? – Dijo con una risa amarga.
- Ojalá.
Mi móvil comenzó a sonar, Jacob me pasó el bolso, mi madre me llamaba. Lo descolgué, aunque no me apetecía hablar con ellos, no quería que se preocuparan más.
- ¿! Dónde estás Lluna!? ¡Acabo de llegar a casa y no estás, pero tu coche sigue aparcado en la puerta!- Me dijo preocupada.
- Necesitaba estar a solas mamá, necesito pensar.
- ¿Cómo te encuentras cariño?
- Estoy.
- ¿Quieres que te prepare algo especial para cenar?
- No, no hace falta. Te quiero mamá, hasta luego.
- Hasta luego, cariño.
Cuando colgué, desconecté el teléfono, no quería que nadie más nos molestara. Jacob se quedó mirándome y acarició mis mejillas, limpiándome las lágrimas que no paraban de salir. Un sol naranja comenzó a iluminarnos, avisándonos de su marcha, avisándonos que era la hora de decirnos adiós. El sol se estaba poniendo, el día estaba claro y parecía que se adentrara en el mar.
- Esto es precioso, Lluna, gracias por traerme aquí.
- Gracias a ti por querer venir, ahora siempre que vuelva recordaré este momento y te recodaré a ti. El recuerdo a veces será bueno y otros malo. – Él no entendió lo que le quería decir- Cuando piense en todos los momentos agradables que hemos pasado juntos, los recordaré con mucho amor pero, cuando venga a mi mente la despedida, la recordaré con tristeza. – Jacob me limpió de nuevo las lágrimas. – ¿Cómo me recordarás tu? – Le pregunté, yo no podía seguir hablando.
- No hará falta que te recuerde, tú siempre estarás presente en mi memoria, en cualquier momento.
- Como una imprimación más. – Dije apenada.
- Tonta, quítate eso de la cabeza, lo dijiste tú, no yo. – Contestó dándome con dos dedos en la frente. Sonrió sinceramente, me abracé a su cintura y dejé la cabeza apoyada en su pecho, sintiendo los latidos de su corazón. – Lluna, cuando te conocí, descubrí que nunca había estado enamorado, sólo lo he estado de ti. Con Nessie fue más como una relación de amistad muy fuerte, como la que mantengo con Bella. Quizá, si ella no se hubiera ido, podría haberme enamorado, no sé.
La voz de Jacob iba decreciendo, no quería que se sintiera así. En mi memoria ya guardé muchos recuerdos, aunque me hubieran gustado más, ya tenía suficientes.
- Está anocheciendo.- Le dije con tristeza.
- Sí, pero, hasta que no sea más tarde, no nos vamos. Los Cullen no pueden salir con la luz que hay. ¿Hasta que salgan las estrellas?
- Hasta que salgan las estrellas. – Concluí.
Jacob dejó caer su espalda en la hierba, puso una mano detrás de su cabeza y la otra en mi cintura, cogiendo mechones de mi pelo. Yo seguí apoyada en su pecho y aproveché este momento para retener más información como, por ejemplo, el calor que desprendía su cuerpo y el suave tacto de su piel. Las estrellas comenzaron a salir, una por una, dándonos tiempo para estar juntos, aún así, insuficiente. Aunque el cielo ya estaba todo estrellado, seguimos tumbados, disfrutando de esta oportunidad que nos había otorgado el destino para estar de nuevo juntos, aunque fuera sólo unas horas.
Jacob suspiró y, haciéndome a un lado con delicadeza, se puso en pie. Ayudó a levantarme, recogí la esterilla y la guardé bien en el escondite, en los próximos días y hasta no sé cuando, la utilizaría bastante. Fui al lado de Jacob, él me cogió por la cintura y me apretó a su cuerpo, quedando de cara, pudiendo ver ese brillo en sus ojos que tanto me gustaba.
- Lluna, quiero que me seas sincera, ¿cómo has estado estos días que no he estado contigo? – Me preguntó abrazándome fuerte, su dulce aliento me dio de lleno en el rostro. Suspiré
- Mi cara creo que te dirá que no he pasado muchas horas de sueño, las que estaba despierta las pasaba la mayoría llorando.
- Pero tú eres fuerte, Lluna, eres una chica muy valiente que puede con todo.
- ¿Crees que no lo he intentado? Intenté seguir, aunque sabía que nunca volvería a ser la que era, a ser la Lluna que era cuando estaba contigo. Lo hice lo mejor que pude y, aún así, no lo conseguí, ni lo conseguiré. Sabía que no había solución, tú te habías ido para siempre, bueno, te irás, y nunca te volveré a ver. Aunque lo intento, no puedo, mi cuerpo no me deja. Estar lejos de ti hace que toda mi piel esté helada, igual que mi corazón. El dolor que siento en el pecho es tan intenso que me dificulta la respiración. He intentado luchar por mí, por mi familia, por mis amigos y amigas y no puedo, Jacob, te juró que lo intenté y no puedo. Lo único que conseguía era acordarme de ti y, eso, no es nada bueno para mi corazón si tú no estás presente. - Me entristecí con sólo pensarlo, pronto volvería a estar igual. Mi ánimo se fue bajo en picado.
- ¿Que sientes en el corazón? – Me preguntó poniendo la mano en el pecho. Se la sujeté con las dos manos, sintiéndolo más cerca.
- Ahora que estas aquí, nada, sólo un corazón latiendo lleno de felicidad, amor y calidez que inunda todo mi cuerpo. Pero, cuando de nuevo te separes, volveré a sentir lo mismo; vacío y frío. Las mismas punzadas clavándose, haciéndome estremecer, impidiéndome respirar… - Cerré los ojos, no quería pensar todavía en eso, ya tendría tiempo en sentir de nuevo todo ese dolor.
- Siento mucho haberte hecho pasar por eso. – Quitó las manos de mi pecho y me sujetó por los hombros.- Voy a odiarme siempre por eso y por ser un maldito egoísta.
No entendí del todo sus palabras, mi respiración se aceleró, haciéndose ilusiones. Abrí los ojos y vi que los suyos brillaban de felicidad, una gran sonrisa sincera apareció en sus labios que tenía bien cerca. Quise hablar para que me explicara sus palabras, pero no pude, un beso selló mis labios. Un beso de compromiso. Jacob no se iría y, el día que se fuera, yo me iría con él. Con ese beso lleno de amor me despedí para siempre del dolor.
EN EL PRÓXIMO CAPÍTULO DE LAGUNA NOCTURNA………………. Me quité los botines y me puse las deportivas y la chaqueta. Cuando terminé, Jacob cerró el coche, se puso la mochila, me dio la mano y comenzamos adentrarnos en el bosque. El día estaba gris, pero no se percibía mucha humedad en el aire, con lo cual no había signos de que fuera a llover y estropearnos el paseo. Llegamos a un punto donde los matorrales se hacían más espesos, haciéndonos difícil el paso y la visibilidad. Paramos cerca de donde se juntaban las faldas de dos montañas y hacían una especie de cueva natural. - ¿Ya hemos llegado?- Le pregunté. La intriga me estaba corroyendo por dentro. - Todavía no. Quiero que conozcas lo que soy, si sientes miedo sólo tienes que decírmelo. – Me dijo mirándome a los ojos, dejándome hipnotizada. Me dio un beso y se adentró en la oscura cueva, dejándome sola en medio del bosque. Me senté en un tronco que estaba caído, esperando a que regresara. Sentía las piernas cansadas de la caminata y el duro día de trabajo de hoy. - ¡Lluna, coge la mochila y póntela! – Me gritó Jacob desde la oscuridad, tirándome la mochila dónde yo estaba. Me levanté del tronco e hice lo que me dijo. Fue entonces cuando comprendí sus palabras, Jacob iba a transformarse, iba a conocer al lobo que era.
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