Hola preciosidades, ayer intenté publicar pero blogger ha tenido problemas estos últimos días y no permitía actualizar entradas, comentarios...
Espero que os guste este nuevo cap. Un BeSaZo y como siempre espero vuestros comentarios.
Me desperté con más vitalidad que nunca y unas ganas de vivir enormes. Doblé la manta que tuve que sacar del armario a media noche y la guardé. Sentí frío por la noche al no tener el cuerpo de Jacob cerca. Después de preparar la ropa que hoy me pondría fui a la ducha. Cuando salí, me sequé el pelo y me maquillé un poco. Fui a la habitación y miré por la ventana, en la ducha tuve la extraña sensación de que Jacob había llegado y, efectivamente, allí estaba apoyado en el capó de su coche. Me quedé como una tonta mirándole, me saludó con la mano y yo le respondí de igual manera. Nunca me cansaría de mirar su belleza, ¡MIERDA!, Jacob me está esperando, me di la vuelta rápido para vestirme y mi pie chocó contra la pata de la cama ¡MIERDA; qué dolor, qué dolor!
Cojeando, fui hasta la silla donde estaba la ropa y me vestí con los leggins negros, la minifalda tejana y el suéter negro con cuello en forma de pico; como todavía no había llegado el invierno, tenía que aprovechar para ponerme esas ropas. Me puse los botines marrones sintiendo una pequeña punzada de dolor en el dedo gordo del pie por culpa del golpe. Cuando salí por la puerta de mi habitación derrapé y retrocedí en busca de los accesorios. Elegí la cadena de plata con el llamador de ángeles y salí zumbando escaleras abajo. Me despedí de mi padre que estaba preparándose el desayuno en la cocina y cogí el tupper con la comida. Fui al recibidor, me puse la chaqueta, cogí el bolso y salí a la calle donde me esperaba Jacob con los brazos abiertos y una sonrisa enorme en su precioso rostro.
- ¿Te duele el pie? – Preguntó cuando dejamos de besarnos. –He escuchado el golpe.
- Ya ha pasado el dolor.
Me separé de sus brazos y fui hasta la puerta del copiloto, pude sentir como me seguía con la mirada. Apoyé mis brazos en el techo del coche y me quedé mirándolo divertida.
- ¿Me estabas mirando el trasero? – Jacob enrojeció, me encantaba.
- No. –Dijo tragando saliva y metiéndose en el coche.
Me reí y entré con él. Me incorporé en el asiento y pegué mi cuerpo al suyo. Jacob buscaba nervioso el contacto.
- Puedes mirarlo todo lo que desees, es todo tuyo, soy toda tuya. –Le susurré en su oído mientras cogía su mano y la ponía en mi trasero.
Nos besamos con pasión mientras sus manos buscaban el camino por debajo de la falda. Sus dedos tocaron las finas telas del tanga y por su pecho salió un gruñido. Me hizo girar y quedé sentada en el asiento del copiloto, ahora era él quien estaba reclinado en mi dirección. Sus fuertes manos me cogían el rostro mientras me besaba con furia. Pasé mis manos por debajo de su camiseta y acaricié su abdomen y sus pectorales, sintiendo todo el calor de su cuerpo que tanto necesité esta noche. Soltó una mano de mi cara y la pasó por la rodilla y siguió subiendo por debajo de la falda. Sus dedos tocaron mi entrepierna, su contacto me hizo estremecer de placer. Pegué más sus labios a los míos, Jacob perdió el equilibro y su muslo chocó contra el clacson del coche, haciéndonos sobresaltar por el ruido. Después de dejar de reírnos y recomponer nuestras ropas, arrancó el motor del coche y nos dirigimos al trabajo.
Cuando llegamos, aparcó el coche y fuimos a desayunar a la cafetería de enfrente del trabajo. Después de hacer nuestro pedido estuvimos discutiendo quien tenía que pagar la cuenta.
- Jacob, ese tipo está mirando mucho tu coche. – Cuando se giró a ver aproveché su distracción y le di el billete a la camarera.
- ¡Eres una tramposa!
- No, lo que soy es ingeniosa. –Le dije, devolviéndole la broma de ayer.
A los pocos minutos llegó nuestro desayuno. Yo me había pedido un café con leche y una tostada, Jacob un refresco y un bocadillo grande de beicon con queso.
- ¿Ese no es Lucas? – Me dijo mientras masticaba.
Miré hacia dónde me dijo y, efectivamente, era Lucas quien estaba pidiendo en la barra del bar. Lo llamé y vino a sentarse con nosotros.
- ¡Vaya!, este chico se alimenta bien. – Dijo después de saludarnos y mirando el gran bocadillo de Jacob.
- Tengo que recuperar fuerzas. – Contestó.
Me quedé mirándolo y sentí fuego en mis mejillas. Jacob rió y siguió comiendo. Lucas se giró a mirarme y se quitó las gafas de sol con una sonrisa pilla –cotilla-. Cuando sus ojos quedaron al descubierto me fijé que tenía unas espantosas ojeras.
- ¿Qué te ha pasado? Te ves horrible. – Le dije tocando sus ojeras.
- ¡Oh, Lluna, una desgracia! – Dijo dejando caer la frente en la mesa, tan teatrero como siempre. Jacob se le quedó mirando extrañado. - Este fin de semana Álvaro ha hablado con sus padres y quiere que pasemos las navidades con ellos.
- ¿Y qué problema hay? – Le pregunté.
- Mi suegro me odia, cree que soy el culpable que su hijo no esté casado con una mujer, van a ser las navidades menos navidades e incómodas de toda mi vida.
- Busca temas que tengáis en común, así habrá comunicación y más confianza. –Dijo Jacob sabiendo bien de lo que hablaba. Lucas levantó la cabeza de la mesa y pegó la espalda en el respaldo de la silla.
- No tengo nada en común con mi suegro. – Dijo con tristeza.
- Piensa como él y ya verás como encuentras de qué puedes hablar. – Le dije, cerró los ojos y empezó a hablar con voz muy varonil.
- Soy un macho, un verdadero macho ibérico, el mejor, todos los demás son unos maricones. Me paso todos los días del año limpiando mierda de vaca. -Sopló- No tengo nada en común con él. –Dijo volviendo a su voz normal. Jacob comenzó a reírse de su actuación.
- ¿No tiene hobbies? – Le pregunté.
- Limpiar mierda de vaca.
- ¿Qué hace en su tiempo libre?
- Limpiar mierda de vaca. – Dijo de nuevo cuando daba el último mordisco de mi tostada, que desagradable.
- ¡Algo hará, algo que le guste! Y no me digas mierda de vaca. – Se quedó pensando un rato.
- Como buen macho ibérico le gusta el futbol, me parece que también sigue la F1.
- Pues ya está, esa es la solución. – Le dije una vez resuelto el problema.
- Hay un problema, no tengo ni idea de eso. – Dijo moviendo sus manos.
- Pues infórmate, yo si quieres te puedo ayudar con la F1.
- ¿De verdad me vas a ayudar? – Preguntó ilusionado.
- Claro, además quedan dos meses para navidad. Ya verás que cuando llegue la fecha te vuelves un experto en la materia.
- ¡Gracias, Lluna! Eres mi salvadora. – Dijo y me abrazó.
- Vais a llegar tarde a trabajar. – Nos dijo Jacob, miré el reloj y era casi la hora de fichar.
Lucas y yo dimos un bote de la silla, le di un beso rápido a Jacob y salí corriendo, era asombroso lo que podía llegar a correr con tacones cuando tenía prisa, en mitad de la calle adelanté a Lucas, entré primera a la oficina y fiché antes que él con el tiempo justo. Lucas fichó cuando justo acababa de dar la hora. Empecé a hacer el baile de la victoria a grito de suerte, suerte, la suerte me quiere.
- La suerte es pasajera y en algún momento termina. – Dijo Mariano saliendo de su despacho y dejando trabajo en mi mesa. No sé si me enrojecí de vergüenza o por contenerme a contestarle. De nuevo, suerte para mí que se metió en su despacho y no pude contestarle y meterme en problemas.
Lucas cabizbajo entró en su despacho, yo fui a mi escritorio a comenzar la faena. A media mañana ya me había puesto al día de mis tareas atrasadas, no había ningún papel en mi escritorio, hice el baile de la victoria, me lo merecía por ser tan buena trabajadora. Mariano me pilló otra vez en mi momento feliz.
- ¡Qué contenta estás hoy! – No le contesté, en su tono de voz había algo que no me gustaba. – Te dije que la suerte no duraba siempre. – Dijo poniendo una pila de carpetas encima de la mesa y se fue riendo.
A sus espaldas le hice burla y, cuando salió por la puerta, levanté el dedo de mi mano que se merecía. Miré los informes y eran para entregar para el día siguiente. Era hora de comer, cogí la comida y fui a buscar a Lucas, esta tarde ya me pondría al día otra vez.
Entré en el despacho de Lucas y lo vi con los pelos alborotados y mirando unos papeles estresado, ni se dio cuenta que entré.
- ¿Qué haces? – Le pregunté intrigada, se sobresaltó.
- Informándome. – Dijo enseñándome los papeles.
Me acerqué a mirar, el título era: Normativa y reglas de juego. Estaba estudiando. Le quité los papeles y los escondí en su cajón, la pantalla de su ordenador estaba llena de pestañas de internet con información futbolística.
- Vamos a comer y te doy clases particulares de F1. – Le dije cogiendo su fiambrera y dirigiéndome a la sala de reuniones.
La hora de comer pasó rápida igual que la tarde. Estuve tan metida en mi trabajo que no me di cuenta que era la hora de plegar, estaba concentrada en terminar la faena y lo conseguí. Mariano cuando salió se quedó alucinando al ver mi escritorio limpio de informes.
Me despedí en la calle de un Lucas estresado y con los deberes debajo del brazo. Miré en todas direcciones y me pareció extraño que Jacob no estuviera. Escuché el motor de una moto rugir cuando giraba la esquina, aceleró y se paró enfrente de mí. El motorista se quedo mirándome y levantó la visera de su casco negro; ¡era Jacob! Me acerqué a él mientras se quitaba el casco.
- ¿Qué te parece? La han traído hoy con las cosas que faltaban de la mudanza- Me preguntó ilusionado.
- Es preciosa. – Y no mentía, era una gran moto de color negra y plateada. - ¿Qué moto es?
- Tiene tantas modificaciones y piezas de otras motos que no se sabe. En realidad es una BMW F 650 GS.
- ¿La has arreglado tú?
- Sí. –respondió orgullosos.- Sube, te doy una vuelta antes de ir a casa.
Me dio un casco que llevaba sujeto en el manillar y me lo puse. Una vez se aseguró de que estuviera bien puesto me ayudó a subirme en la moto. Quedé levantada en los reposapiés, Jacob no entendía porque no me sentaba, le señalé la falda y entendió que no me iba a sentar hasta que él estuviera delante y me tapara cuando me sentara, así la gente que había mirando la moto no vería debajo de mi falda. Cuando se sentó me dio su chaqueta de cuero para que me la pusiera, estaba tan calentita y olía tan bien a él.
- ¿Estás preparada? – Me preguntó cuando encendió el motor.
- Preparada. – Le dije gritando para que me escuchara, aunque seguro que no hacía falta, esta mañana había escuchado el golpe que me di en el pie.
Jacob dio tres acelerones parado en el sitio, toda la gente que había por la calle se giró a mirar. Metió primera y salió chirriando ruedas. Dejamos atrás la civilización a los pocos minutos y fuimos por una carretera de curvas. Jacob llevaba una camiseta estrecha de tirantes y cada vez que aceleraba o frenaba los músculos del brazo se le tensaban.
Terminamos de bajar el puerto de montaña y una gran recta apareció delante de nosotros.
- ¿Vas bien? –Me preguntó.
- ¡Genial, aprovecha la recta y acelera al máximo! – Le dije gritando.
Pensé que no lo iba hacer por mi seguridad y bla, bla, bla… pero no fue así. Se inclinó hacia delante y yo pegué mi pecho a su espalda.
- ¡Cógete fuerte! – Le logré escuchar antes que su voz se fuera con el viento.
Me abracé bien fuerte a su cintura, redujo una marcha y aceleró el motor. La moto salió disparada, cuando subió la marcha fuimos todavía más deprisa. El paisaje se volvió borroso a mí alrededor, sentía que volaba, me sentía libre. A la velocidad que íbamos mi adrenalina estaba por las nubes, los problemas volaban de mi mente y, por mucho que corrieran, no me iban a alcanzar. La recta terminó, Jacob frenó y volvió a conducir a una velocidad razonable. A los pocos metros hizo un cambio de sentido.
Comenzamos a subir el puerto de montaña que antes habíamos bajado, yo me sentía súper relajada con la cabeza apoyada en su espalda. Llegamos a la carretera principal y puso rumbo a mi casa, irguiendo la espalda y poniendo una postura más relajada.
Sentí mis manos frías, con las altas velocidades se me habían quedado heladas. Metí las manos por debajo de su camiseta y las pegué a su abdomen para que entraran en calor.
- La próxima vez te traigo unos guantes.
- Sí, por favor.
Ahora que íbamos despacio no hacía falta que me cogiera a su cintura, dejé que mis manos andarán libres por su abdomen y la espalda. Sentía como se cortaba su respiración cada vez que mis dedos tocaban su ombligo y el primer botón de su pantalón. Bajé mis manos un poco más y sentí su dura excitación.
Soltó una mano del manillar y puso las mías en su cintura. Redujo dos marchas y frenó, mi cuerpo se fue hacia delante y se pegó totalmente al suyo, la falda se me subió hasta los muslos. Giró la moto por un estrecho camino sin asfaltar, después se desvió de éste y comenzó a conducir por medio del bosque. Paró la moto, se bajó de ella y, mientras ponía el caballete, se quitó el casco. A través de la visera de mi casco pude ver su mirada lujuriosa que me excitó por completo.
Jacob desabrochó la hebilla de mi casco, me lo quitó de la cabeza y lo lanzó al suelo. Me hizo girar y quedé sentada en el sillín de la moto enfrente suyo mientras él estaba de pie. Comenzamos a besarnos con la pasión y el deseo de esta mañana. Mis manos querían tocar su cuerpo pero también quería sentir su piel cerca de la mía. Me quité las dos chaquetas que llevaba puestas mientras Jacob se deshacía de su camiseta.
Estampé mis labios con los suyos y los comencé a mover con deseo, su lengua me pidió paso y yo, por supuesto, no se lo negué. Mientras mis manos fueron a su espalda las suyas pasaron por debajo de mi suéter y fueron a parar a mis pechos, los masajeaba con fuerza y, a mí, me encantaba. Me quité los botines con los pies y entrelacé mis piernas a su cintura pegándolo a mí. Pasé mis manos por su pecho y abdomen hasta llegar a los botones de su pantalón, los quité y su excitación quedó al descubierto, no llevaba ropa interior. La apreté en mi puño y la bombeé rítmicamente, sintiendo como cada vez se iba poniendo más dura.
Levantó mi falda y, cuando quise darme cuenta, estaba sacando los leggins y el tanga por mis tobillos. Se pegó a mi cuerpo y sentí su excitación pegada a la mía, haciéndome estremecer de placer. Solté un pequeño gemido cuando pensé que me iba a penetrar, pero no fue así, comenzó acariciar mis piernas de los muslos a los tobillos. No sé si lo hacía para verme sufrir o para que no tuviera frío; ¿frío? ¿Qué es eso? Estaba tan caliente que podía freír un huevo en mi espalda o cocerlo en mi entrepierna.
Entrelacé mis piernas en sus caderas y lo pegué a mí, entrando de golpe, haciéndome gritar de placer. Nuestros gemidos iban al compás de sus embestidas. Cuando sintió que mi vagina se contraía me levantó del sillón, cogió mi trasero y empezó a balancearme hacia él con fuerza. Sus gritos se unieron a los míos cuando alcanzamos el orgasmo.
Dejé mi cabeza caer en su hombro esperando que se calmara mi respiración. Me sentó en el sillín y comenzó acariciar todo mi cuerpo para que no pasara frío.
Pasados los minutos nos vestimos y fuimos a mi casa para que arreglara el coche de mi padre.
En la esquina de casa Jacob me dijo que le entregara su chaqueta para que mis padres no le preguntaran el porqué iba a finales de Octubre en tirantes. Cuando llegamos, mi padre nos esperaba en el garaje con la puerta de éste abierta. Jacob entró y la aparcó ahí, mi padre se quedó embobado mirando la espectacular moto. Lo normal que haría un padre sería regañar a su hija por subirse en un vehículo tan peligroso, pero nadie ha dicho que mi padre fuera un tipo normal. En vez de echarme la bronca cogió a Jacob por banda y comenzó hacerle preguntas sobre la moto: cilindrada, potencia, el peso… Mi padre era un gran apasionado del motor y, sobretodo, de las motocicletas. De joven, su sueño era tener una buena moto con mucha potencia y lo consiguió poco antes de casarse. Cuando fue padre, vendió la moto y el coche pequeño que tenían ellos para comprar un coche familiar. Mi padre comenzó a contarle historietas de su experiencia con las motos, Jacob le escuchaba muy atento y se le veía encantado de hacer buenas migas con mi padre, yo estaba muy contenta de que tuvieran un tema en común que les apasionara a los dos, estaba segura que, si seguían así, mi padre no tardaría en coger confianza con Jacob.
Después de su charla apasionada, Jacob sacó del departamento de la moto una bolsa con piezas de recambio para el coche y herramientas para poder trabajar en éste. Abrió el capó del coche y comenzó a trabajar con mucha traza. Mi padre hacía de ayudante, pasándole los materiales y las herramientas que iba necesitando. Jacob de verdad entendía lo que hacía porque en ningún momento dudó en lo que estaba haciendo. Cuando llevaba una hora aproximadamente trabajando, fui a la cocina a preparar la merienda para todos.
Los sándwiches que preparé tenían muy buena pinta pero no eran nada comparado con la lasaña de verduras que estaba preparando mi madre para cenar. Les llevé los sándwiches y les pregunté que les apetecía para beber; mi padre me pidió una cerveza, Jacob otra y yo, como me dieron envidia, me cogí otra. Después que ellos se lavaran las manos, merendamos hablando, como no, de la moto de Jacob, y él, súper orgulloso que el tema de conversación fuera su creación, o como él la llamaba “mi pequeña”.
Terminamos de merendar y seguimos cada uno con lo que estaba haciendo antes; Jacob arreglando el coche, mi padre de ayudante, y yo observando a Jacob. Me asombraba que con las manos tan grandes que tenía pudiera manejar con tanta delicadeza piezas diminutas. El ayudante, es decir, mi padre, no paraba de hacerle preguntas, Jacob las respondía sin titubear ni una sola vez. Se hacía explicar muy bien, incluso aprendí varias cosas. Aunque mi padre estaba atento de lo que le explicaba Jacob y en lo que estaba trabajando, de vez en cuando levantaba la vista y se quedaba embobado viendo la moto.
Cuando estuvo arreglado el coche fuimos a probarlo haciendo unos cuantos kilómetros por carretera. El coche funcionaba perfectamente, las marchas entraban sin problemas y de los ruidos molestos que se escuchaban hace unos días ya no quedaba rastro.
Llegamos a casa y mi padre agradeció una y otra vez el trabajo de Jacob. Comenzaron a “discutir” sobre lo que le tenía que pagar por su trabajo. Jacob se negó por completo a que le pagara, decía que esto lo hacía como hobby.
- Jackson, ¿cuánto te debo? Me voy a sentir mal si no me dices cuánto te han costado los materiales y cuánto quieres que te pague por la mano de obra.
- De verdad, Manuel, no es necesario que me pague nada, lo único que le voy a dejar es pagarme los materiales si usted….
- ¿Si yo qué? – Preguntó mi padre confundido.
- Si se da una vuelta en la moto, alguien que aprecia el motociclismo como usted merece que conduzca a “mi pequeña”.
- Yo… no sé… - dudó un momento mi padre, pero sólo un momento.- Está bien, trato hecho. – Le contestó acordando el trato estrechando sus manos. - ¡Jackson, tienes las manos ardiendo!, ¿te encuentras bien?- Dijo mi padre tocándose su mano que todavía conservaba el calor de las de Jacob.
Yo tragué saliva y creo que hasta me puse pálida. En menos de un segundo por mi mente comenzaron a pasar miles de escusas que fueran lógicas para explicar que Jacob tenía una temperatura superior a 42 grados.
- Siempre las tengo muy calientes cuando hago trabajos como éste y necesitan mucho movimiento manual. – Contestó muy seguro. Yo respiré tranquila.
Mi padre fue a buscar su chupa de cuero para conducir, después de 20 años, como era de esperar, le quedaba estrecha. Intentó abrochársela, pero fue en vano. Se puso el casco y se subió a la moto. Jacob le enseñó el funcionamiento aunque no hacía falta, mi padre sabía el manejo perfectamente. Quedé alucinada cuando mi madre cogió el otro casco y se subió con mi padre, los dos estaban recordando sus años locos. Pulsó el autoarranque y muy despacio salió a la calle, a velocidad de tortuga desapareció por la esquina pero no engañó a nadie, poco después de girar la esquina se escuchó como aceleró y avanzaba a gran velocidad.
Jacob estaba nervioso y no paraba de mirar por la calle para ver si aparecían mis padres de vuelta, mejor dicho, si aparecía su moto sana y a salvo.
- Si no querías que la cogiera, ¿porqué se lo has dicho? – Le pregunté.
- Porque no quería que me pagara y, desde que hemos llegado, no ha parado de hablar de la moto, sé que le hacía mucha ilusión, así gano puntos.
- Ganarás puntos y una moto devuelta a pedazos.
- ¡No me digas eso!- Dijo poniendo la mano en el corazón, haciendo un drama de lo que no había ocurrido.
A los 10 minutos -lo sé porque Jacob no paraba de contarlos y decirlo en alto- aparecieron mis padres. Jacob se relajó cuando vio que su moto llegaba de toda una pieza.
Fuimos dentro a poner la mesa. Antes de sentarnos, llegó Olga y nos acompañó en la cena. Vi a Jacob muy extraño en toda la cena; aunque los demás no se dieron cuenta porque disimulaba muy bien, a mí no me podía engañar, en sus ojos había desaparecido ese brillo especial que tanto me gustaba.
Después de cenar nos sentamos todos en el sofá a ver una serie, no tenía ni idea de que iba el argumento pero tampoco le presté atención para coger el hilo. No paraba de mirar a Jacob y preguntarme qué era lo que le preocupaba. Su mirada estaba perdida, observando la nada. En el primer anuncio Jacob se despidió de todos con la escusa de que estaba cansado.
Lo acompañé hasta el garaje en silencio, preguntándome que era lo que pasaba por su cabeza. Cogió la moto por el manillar y la empujó hacia la calle, yo lo seguí y, cuando estuvimos fuera, cerré la puerta del garaje, así tendríamos más intimidad. Iba a preguntarle por su cambio de actitud, pero se me adelantó antes de que lo hiciera.
- ¿Se puede saber porqué has hecho planes con tu hermana? –Me dijo muy molesto.
Me había olvidado por completo de decírselo a Jacob, supongo que Olga se me adelantó y se lo dijo en la cena sin yo darme cuenta.
- Lo siento, Jacob; si ya habías hecho planes, anulo lo de mi hermana para otro día.
- ¡Es eso lo que me ocurre, no me gusta hacer planes! – Dijo con voz alzada y más enfadado que antes.
- ¿Por qué?- Le pregunté, pues no tenía ni idea que problema había en eso.
- Lluna, ni siquiera sé si mañana nos podremos ver, en cualquier momento podría llamar Alice y decir que nos vienen a visitar. ¿Cómo demonios quieres que piense en el fin de semana que viene si ni siquiera sé que podría ser mañana de nosotros?- Me dijo apretando fuertemente sus manos en el manillar, intentando esconder los temblores.
En el corazón sentí una punzada de dolor y mis ojos amenazaban con salir las lágrimas. Hace días hicimos la promesa de olvidarnos de los problemas y él estaba infringiendo esa regla por completo.
- ¡Tú haz lo qué quieras! Yo, el sábado, he quedado para ayudar a mi hermana. –Le dije señalándole con un dedo acusador. Jacob iba a responderme pero no me apetecía para nada escuchar sus estúpidos argumentos- Que disfrutes de la noche. –Le dije dejándolo con las palabras en la boca.
Di media vuelta y fui para la entrada de casa. Jacob puso en marcha la moto y se fue acelerando al máximo. Cuando llegué a las escaleras del porche tuve que sentarme, el dolor que estaba sintiendo en el pecho era insoportable, como aquel dolor que tuve aquellos días en que pensé que no volvería ver a Jacob. Porque lo que me molestaba no era que no estuviera cumpliendo su promesa, lo que realmente me dolía es que él le diese vueltas a la cabeza sobre nuestros problemas. Tenía miedo en que pensara demasiado y volviera a marcharse como aquella vez. Sujeté el pecho con las rodillas para aliviar la presión y las punzadas que sentía al pensar que aquello pudiera pasar otra vez, tenía miedo de que pasara, porque sabía que si volvía a ocurrir no tendría la suerte de que Jacob recapacitara y regresara.
Escuché acercarse la moto de Jacob y, a los segundos, pararse en la puerta de casa, se bajó de ella y, a paso lento, se acercó hasta donde yo estaba. Aproveché el momento en el que se sentó a mi lado para limpiarme las lágrimas y que no me viera. Sabía que estaba sacando mi lado más orgulloso, pero nunca había dejado que me vieran llorar cuando me hacían daño y, ahora, tampoco lo iba hacer. Cogió mi cara con sus grandes manos y me obligó a mirarle, al ver sus ojos llenos de culpa por los míos no tardaron en aparecer de nuevo las lágrimas, quise girar mi cara para que no me viera llorar, pero sus fuertes manos me lo impidieron. Lentamente fue acercando sus labios a los míos; por orgullo, quise desperdiciar ese beso pero lo amaba demasiado para hacer eso. Me besó lentamente y sentí sus labios temblar cuando vio que no le respondía el beso. Se separó de mis labios con una mirada llena de dolor, me sentía fatal por hacerle sentir así, ya había pagado demasiado el daño que me había hecho por no cumplir su promesa. Me lancé a sus labios con desesperación, como si hiciera años que no nos besábamos, después nos fundimos en un abrazo y lloré en su hombro dejando salir el miedo que sentí por perderlo otra vez.
- Siento haberme comportado así. – Me susurró mientras acariciaba mi pelo para calmarme. Cogió mi barbilla con delicadeza y me miró a los ojos. – El sábado vamos a ayudar a tu hermana si el domingo vamos a nuestro lago, ayer me prometiste que haríamos esa excursión. – Dijo con una sonrisa que llegó hasta mi corazón y me hizo olvidar el dolor.
Nos volvimos a besar una y otra vez hasta que Jacob volvió a amenazarme con subir a escondidas a mi cuarto si no me iba a descansar ya. Me despedí de él sin tener ganas de hacerlo, pues podía pasar con él todo el tiempo del mundo que nunca sería suficiente.
hola amor!!
ResponderEliminargenial el capítulo, como siempre! :)
me encanta está historia, y siempre espero cada semana impaciente para poder leerlo
ahora estaré esperando la semana que biene para el próximo capítulo xD
espero q estés genial!!
un beso enorme ^^ testimuuuuu
yo en mi blog tambien e tenido ese problema y tube que subirlo ayer por la noche cuando se arreglo y referente al capitulo te a quedado perfecto como siempre besos
ResponderEliminarUyyyy que tiernooooo.. Auryn.. yo quiero uno asi!!! se puede exportar de Argentina??? jiji.. No en serio, te ha quedado muy bien el capi.. con su dosis perfecta de lemmon >-<
ResponderEliminar